Credibilidad y periodismo de calidad
Volver a las fuentes
La consideración del periodismo como institución más creíble en la Argentina ha decaído estrepitosamente en los últimos años. La tendencia a la poca credibilidad es internacional. Entre las causas se encuentra la disonancia de los tiempos periodísticos y los sociales, la lábil construcción del relato periodístico, la inexactitud y la búsqueda del sensacionalismo en lugar del consenso democrático. Para revertir esta situación podría ser útil mutar el concepto de información como mercancía en información como bien público, para lo cual un periodismo de calidad sería una herramienta insoslayable en la consolidación de una sociedad pluralista e igualitaria.
Adrián Eduardo Duplatt
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La(s) crisis en el campo periodístico
El campo periodístico está en crisis. Las continuas quejas sobre los temas de las agendas mediáticas y su tratamiento son una moneda habitual entre lectores y televidentes. Un profesor de la Universidad de Barcelona llegó a titular una charla sobre prensa escrita como «La muerte del periodismo»1. ¿Exagerado? Quizás, pero no mucho.
Un estudio de la American Society of Newspaper Editors publicado en Estados Unidos en 1998, demostró que los medios perdían credibilidad porque se observaban demasiados errores factuales y faltas gramaticales en el producto final, se desconocía al público y sus intereses, la audiencia sospechaba que el punto de vista del reportero influía demasiado en los contenidos narrados, se buscaban y sobredimensionaban los relatos sensacionalistas porque eran atractivos y vendían, y porque las rutinas productivas en las salas de redacción entraban en conflicto con las prioridades del medio2.
La excusa es que se trabaja así porque (aparentemente) es lo que vende. El paradigma de la información como mercancía, que nació a fines del siglo XIX con el «nuevo periodismo»3, desvió las prácticas periodísticas dieciochescas hacia nuevos horizontes; es así que
[…] la información desplaza a la discusión y las noticias sensacionales a los editoriales meditados […] el Morning Journal [de Hearst] baja su precio a un centavo. Frío, sensacionalista, explotará el crimen, la lujuria, el desastre; desprejuiciado, demagogo, utilizará cualquier recurso para ganar lectores y llevar adelante sus campañas políticas […] (Ford, 1990:236).
Ha pasado más de un siglo y los parámetros no parecen haber variado mucho. Detrás del discurso que dice darle al público lo que pide y ocuparse de lo que necesita, se esconde un mecanismo por el cual la realidad pública y socialmente relevante, es la que deciden las empresas periodísticas. La igualdad formal de acceso a la noticia encubre la desigualdad sustantiva en el acceso público a la información. El problema mayor es que no se discute el modelo positivista del siglo XIX, cuando
[…] el periodismo adopta la forma de un empirismo reificador a resultas del cual los hechos no son sino aspectos incuestionables de la realidad que el papel impreso ha de reflejar y la objetividad un ideal que legitima su conocimiento […] (Gómez Mompart – García González, 1999:57).
Pero, en la actualidad, la cultura periodística, lejos de encaminarse hacia una salida de su crisis, se ve amenazada por nuevos problemas. El mundo es mucho más complejo e interrelacionado. Nuevos medios, como la televisión e Internet, socaban los fundamentos del trabajo escrito. La fusión de empresas del espectáculo y el entretenimiento con las informativas, han visto nacer modalidades periodísticas como el infotainment. Furio Colombo ve reverberancias de esto en el periodismo escrito. Para él, las denuncias se acumulan sin verificaciones y lo único que se busca es una narración efectista, meramente entretenida.
El narrador más dramático, más teatral, más pintoresco y recalcitrante, aparecerá en cada ocasión como el héroe de una investigación que no ha realizado, con pruebas que no ha buscado y hechos que se ha limitado a recibir sin aclarar porque le «han llegado» (Colombo, 1997:22).
Igualmente, Ignacio Ramonet cree que la influencia de las imágenes es atroz. Los acontecimientos que no brindan imágenes no son noticia. Una imagen lo explica todo. No es necesario bombardear al público con palabras que interpreten los hechos y los legitimen. Al contrario,
Basta con que un hecho sea lanzado desde la televisión (a partir de una noticia o imagen de agencia) y repetido por la prensa escrita y la radio, para que el mismo sea acreditado como verdadero sin mayores exigencias […] (Ramonet, 2001).
Es que la prensa escrita compite con la audiovisual en un terreno que le es ajeno. Ergo, concibe las páginas como pantallas de computadora, abrevia los artículos, busca redactores estrella como los presentadores de la televisión, cae en el sensacionalismo, olvida los acontecimientos de ayer. Lo único que importa es el presente. «Noticia no es lo que sucedió ayer, sino lo que está sucediendo ahora», exageran los responsables de la CNN.
Y esto último es, tal vez, el mayor inconveniente para un periodismo democrático y de calidad.
El enfoque complejo
Los tiempos sociales no son los tiempos periodísticos. Un proceso en la sociedad requiere un lapso prolongado de evolución, muchas veces sin acontecimientos espectaculares que mostrar. Mientras que la industria informativa precisa, justamente, eso: rapidez y espectacularidad.
Para Carlos Zeller, es como
[…] si supiésemos que esos hechos están allí, pero en la medida que no generan noticias, no hay actores ni intereses constituidos y reconocibles, se prescinde de ellos hasta tanto no salga desde adentro de ese proceso de cambio social profundo algún fenómeno que la cultura periodística convencional pueda interpretar como un objeto noticioso (Zeller, 2001:135).
También Maxwell Mc Combs constató, a través de sus investigaciones, que los temas cubiertos por la prensa en las últimas dos décadas no habían cambiado sustancialmente, en tanto que las transformaciones del país (USA) habían sido ingentes en el mismo período (Leyva Muñoz 2001).
Para cambiar esta situación es necesario dejar de lado el concepto de información como mercancía y tomarla como un «bien público» al servicio de una sociedad democrática.
Definir la información periodística como un bien público implica establecer el papel que, en términos macrosociales (de organización de la vida pública, funcionamiento efectivo de una democracia deliberativa, existencia de mecanismos democráticos de formación de la opinión pública), cumple (ha de cumplir) el campo periodístico y las características que ha de tener el periodismo para producir bienes públicos en un terreno tan sensible como el de la información […] (Zeller, 2001:139).
El problema de presentar la información no a telespectadores, sino a ciudadanos, requiere un doble esfuerzo Por un lado, del público. Informarse cuesta. Para conocer lo que ocurre en el mundo no alcanza con estar cómodamente sentado en un sillón, recibiendo cataratas de imágenes a través del televisor. Informarse requiere «una actividad productiva, imposible de realizar sin un esfuerzo […] exige una verdadera movilización intelectual […] (Ramonet, 2001).
Por otro, un desvelo de los periodistas. Para Colombo, los profesionales de la información deberían volver a
[…] a recuperar el elevado espacio de notario-avalador de acontecimientos comprobados, de fuentes identificadas, de razones conocidas, de reconstrucciones independientes. Es posible que todo esto se produzca en espacios de mercado más restringidos, con modalidades más pobres y un grado de resonancia menor. Y escaso espectáculo. Pero con el tiempo podría reconstruir las relaciones de respeto, la investidura de confianza del público y de cautela de los poderes, que no son -en los tiempos que corren- el aspecto más típico y más difundido del modo de hacer periodismo (Colombo, 1997:23).
Ya, a principios del siglo XX, Antonio Gramsci explicaba la dificultad de encontrar buenos cronistas, «es decir, periodistas técnicamente preparados para comprender y analizar la vida orgánica de una gran ciudad, ubicando en ese cuadro (sin pedantería, pero en forma profunda y sin «brillantes» improvisaciones) todo problema cada vez que llega a ser de actualidad […] (Gramsci, 2000:177/178).
En sintonía con estas indicaciones, Zeller presenta tres grandes áreas a explorar para recuperar una profesión cuyo producto sea un bien público.
Primero habría que cambiar el método de trabajo y la cultura periodística que lo rige. La labor del periodista tendría que organizarse a partir del principio de autonomía, para establecer los criterios de relevancia periodística con independencia de los factores que hoy condicionan la agenda mediática. Es decir, una mirada periodística que busque también en los procesos sociales el tema periodístico.
En segundo término es necesario buscar nuevas formas del relato periodístico, que den cuenta de una información compleja, capaz de explicar causas y consecuencias de los hechos narrados y hacerlos comprensibles a los lectores y espectadores (v.gr. los dibujos e historietas no tienen por qué relegarse sólo a las páginas de humor).
Por último, el campo periodístico ha de ser un espacio adecuado «para la formación de la voz de los distintos grupos sociales, más allá del lugar que éstos ocupen en el estructura social y en la estructura del poder» (Zeller, 2001:140).
En resumidas cuentas, el periodista es un profesional cuya tarea consiste de tres etapas: búsqueda de información relevante, escritura adecuada de los datos recabados y comprensibilidad de la noticia para la audiencia. De este modo el producto final será una información que sirva al principio de publicidad de J.Habermas, para la consolidación de una opinión pública crítica y racional en una sociedad democrática.
Pero, como primer paso para poner en funcionamiento este mecanismo narrativo, el trabajo periodístico deber ser creíble. Sin este condicionante, todas las otras elucubraciones caen como fichas de dominó.
La credibilidad periodística
Ahora bien, la audiencia percibe al periodismo escrito como más creíble que el audiovisual. En un estudio realizado por Rosalía Winocur y Angela Giglia se verifica esta hipótesis4, tanto en sectores sociales bajos, como de clase media y alta. En los primeros, a pesar de no estar generalizado el hábito de lectura de periódicos de referencia, la palaba escrita es más estimada porque se le endosa el valor de documento público y, en los periódicos amarillistas, su imitación del formato televisivo, es visto como pasible de trucar fotografías para inventar o exagerar las noticias.
En los estratos medios altos, profesionales e intelectuales, el periódico también es percibido como más confiable, aunque por otras razones:
Por una parte destacan una mayor pluralidad de voces y opiniones, con información menos efímera, más profundo en sus reflexiones y serio en la utilización de fuentes; pero al mismo tiempo los artículos de opinión y la línea editorial generan sospechas acerca de la «objetividad» y a menudo se los acusa de «tendenciosos» […] (Winocur, 1999).
Otra arista que sugiere este estudio sobre los medios es que en la credibilidad no es una variable determinante la selección de una fuente de información, sino que aquélla se construye antes y después, y no durante la transmisión de la información. Ocurre que
[…] el sujeto ya trae una repertorio congnoscitivo, intelectual, afectivo; cultural y socialmente determinado. Este repertorio se revela en una carga de prejuicios, supuestos y preconceptos sobre la realidad que intervienen en el momento de recibir información, determinando lo que selecciona u omite, lo que considera relevante o secundario, y también, lo que estima falso o verdadero. El «después» también es importante en la construcción de credibilidad porque constituye el momento donde la información se socializa, se comparte y se constrasta con otros referentes personales e institucionales significativos en términos de la pertenencia socio-cultural (Winocur, 1999).
En cuanto a las instancias pre y pos discurso periodístico, el periodista poco puede hacer para generar mayor credibilidad en su trabajo. Pero si estamos al «Contrato Mediático» definido por Lucrecia Escudero5, sí su labor es prioritaria dentro del campo periodístico.
Por dicho contrato, una persona compra un diario porque cree que allí encontrará enunciados verdaderos, porque es creíble, y para Escudero la credibilidad se construye a través de estrategias discursivas (identificaciones, localizaciones, temporalizaciones, cifras…) y por medio de las fuentes (oficiales, oficiosas, otros medios…).
Es aquí, entonces, en la construcción de la noticia, donde debe estar el foco de la credibilidad y la calidad periodística.
Un periodismo de calidad
La Escuela de Periodismo de la Universidad Católica de Chile elaboró un fórmula que pone al descubierto el Valor Agregado Periodístico (VAP), entendido como
[…] la capacidad que tiene el periodista de entregar y procesar información sin distorsionar la realidad, seleccionando profesionalmente lo que es noticia, las fuentes involucradas en el hecho y otorgándole a cada uno el espacio que le corresponde. Y luego elaborar el mensaje que se difundirá de manera comprensible y atractiva para el público, contextualizándolo, profundizándolo y dándole el énfasis y el enfoque adecuados (Esc. de Periodismo, UC, 2000).
El VAP evalúa dos grandes dimensiones de la elaboración periodística: la selección de la noticia y la creación de las notas.
Por ello, se tiene en cuenta la identificación de los hechos noticiables, la jerarquización de las noticias y la asignación de sentido a los acontecimientos. Asimismo, la investigación de un hecho noticiable demanda acotados criterios de selección de fuentes que apunten a la diversidad, a la pluralidad y a la pluralidad, así como la insoslayable verificación de los datos recibidos. Es imprescindible filtrar las iniciativas comunicacionales de las fuentes y distinguir los intereses privados de éstas respecto del real interés público (que verá reflejado, v.gr., en los hechos o procesos sociales que se lleven a la agenda mediática).
Otro estudio de calidad informativa, esta vez de la Asociación Interamericana de Periodistas de Economía y Finanzas, elaborado en 1999 por Francisca Alessandri, Cristóbal Edwards y William Porath, utilizó parámetros similares a los anteriores para evaluar los medios de información chilenos.
Con fines analíticos, el estudio dividió en dos el ciclo informativo: por un lado, el proceso de selección y, por otro, el proceso de creación.
El proceso de selección se refiere a la relación entre la pauta definida por el medio y la cobertura noticiosa que efectivamente realiza en cada una de sus secciones. El proceso de creación consiste en el trabajo de elaboración y tratamiento que hace el periodista de las notas (Alessandri et al, 2000).
Las pautas utilizadas para la selección fueron, por ejemplo, el grado de relevancia dado por la ubicación y jerarquización de la noticia, cantidad de informaciones de un tema, cantidad de subtemas, fuentes (en número y tipos) y su relación con el protagonista de la información, la presencia equilibrada de protagonistas y antagonistas y origen de la noticia (para determinar la independencia del medio).
En cuanto a la creación se siguieron los siguientes criterios: política de autoría (notas firmadas), microindicadores de contextualización (instrucción -pasos a seguir por el público-, antecedentes, consecuencias y pros y contras), dominio (conocimiento del tema por parte del periodista).
En todos los casos, tanto teóricos como prácticos, los criterios de calidad periodística no se apartaron de la trilogía «acontecimientos relevantes / narración verificable / utilidad para el público».
Pautas finales para un periodismo de calidad
Entrelazando las variopintas -y, a la vez, similares- formas de encarar la calidad periodística reseñadas hasta aquí, y conjugándolas con los criterios emanados de la Maestría en Periodismo y Sociedades de la Información de la Universidad Autónoma de Barcelona y la Fundación Walter Benjamin de Buenos Aires -especialmente el seminario de Josep Lluís Gomez Mompart-, junto con los estándares informativos en la BBS, NBC y ABC de Estados Unidos, estudiados por José Alberto García Avilés, se puede conformar una constelación de cuatro dimensiones para crear un periodismo de calidad.
Ellas son:
1) Cuestiones éticas y deontológicas («Los principios»)
2) Fuentes y documentación («La materia prima»)
3) Tratamiento y desarrollo de la información («La redacción»)
4) Relación con la Opinión Pública («La Función»)
1) Cuestiones éticas y deontológicas: entran a jugar aquí:
a) la veracidad de la información
b) la responsabilidad al dar una información
c) la honestidad
d) la seriedad
e) la separación de información y publicidad
f) el hiato entre información y opinión
g) la equidad entre protagonistas
h) el contraste de las distintas posiciones
i) el no recibir sobornos o regalos
j) el respeto por la legalidad democrática
k) la defensa de los Derechos Humanos
2) Fuentes y documentación: se debe tener en cuenta
a) la comprobación de los hechos
b) la indagación y la investigación6
c) el uso de fuentes de primera mano
d) pluralizar las fuentes
e) verificar las fuentes
f) no asumir fuentes ajenas sin identificarlas
g) explotar los bancos de datos
h) buscar los antecedentes del acontecimiento
i) contextualizar toda la información y relacionarla
3) Tratamiento y desarrollo de la información: realizar
a) un abordaje completo (las cinco «W»)
b) un enfoque adecuado (el tono de la narración)
c) una mirada antrocéntrica
d) una coherencia interna de la noticia (que sea lógica)
e) un género y un texto pertinentes con el tema y con el medio
f) un lenguaje rico y variado, con uso de imágenes
g) un espacio-tiempo ajustado
h) una presentación atractiva
i) una escritura-oralidad cuidada
j) un léxico preciso, nada de ambigüedades o vaguedades
k) relatos agradables, entretenidos
4) Relación con la Opinión Pública: brindar
a) informaciones de interés público
b) noticias relevantes
c) independencia de poderes e instituciones, entidades o personajes
d) autonomía de ideologías y conceptos
e) discursos abiertos (sin moralina)
f) contribuciones a la reflexión
g) informaciones que coadyuven a la deliberación
h) informaciones que promuevan la ciudadanía
i) noticias que escapan a las descalificaciones
j) trabajos que rehuyan de las polémicas estériles
NOTAS:
1 Joseph Lluís Gómez Mompart: «La muerte del periodismo», en el marco de la Maestría en Periodismo y Sociedades de la Información, Univ. de Barcelona y Fundación Walter Benjamin, Bunoes Aires, abril de 2001.
2 «Examining our credibility, why newspapers credibility has been dropping». A report for the American Society of Newspapers Editors, Urban & Associates, Inc., 1998, relevado por Escuela de periodismo de la Pontificia Universidad Católica de Chile en Cuadernos de Información No. 14.
3 Si bien el periodismo mutó, a mitad del siglo XIX, de político/ideológico a informativo/objetivista, es a fines de este siglo cuando se consolida el primer «nuevo periodismo» que busca conmover a los lectores con sensacionalismo, grandes titulares, imágenes, apelaciones al nacionalismo, abundancia de informaciones policiales… (teniendo presente que sería el segundo «nuevo periodismo» el descripto por Tom Wolfe.
4 Rosalí Winocur y Angela Giglia: «Radio y participación ciudadana», investigación en la ciudad de México auspiciada por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y realizada entre junio de 1996 y julio de 1998.
5 Lucrecia Escudero (1996): Malvinas: el gran relato. Fuentes y rumores en la información de guerra. Gedisa, Barcelona, 1996, Parte I.1.
6 Es importante tener presente la distinción entre indagar e investigar. La indagación es tratar de llegar al conocimiento de una cosa, discurriendo o mediante gestiones y preguntas; en tanto investigar es intentar descubrir o conocer alguna cosa, examinando atentamente cualquier indicio o realizando las diligencias para averiguar o aclarar un hecho, o realizar actividades intelectuales y experimentales de modo sistemático con el propósito de aumentar los conocimientos sobre una determinada materia (Dicc. «El pequeño Larousse. Ilustrado», Larousse, 1996, págs. 551 y 569, respectivamente). Con lo cual se podría decir que todo tipo de periodismo debe indagar, pero no todo el periodismo investiga.
BIBLIOGRAFÍA:
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ESCUDERO, Lucrecia (1996): Malvinas: el gran relato. Fuentes y rumores en la información de guerra. Barcelona, Gedisa.
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WINOCUR, Rosalía (1999): «La construcción de la credibilidad en los medios: algunas claves para su comprensión», en Diálogos, No. 54, marzo de 1999, págs. 50/66.
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Publicado en Narrativas nro. 23, julio / diciembre de 2012, ISSN 1669-6098.