Mentiras verdaderas en el periodismo

Albures en las noticias

Ficción es lo que no es. Una invención, algo que no ocurrió. Es decir, la antítesis del periodismo, que tiene como materia prima los acontecimientos reales. Sin embargo, la mentira muchas veces se presenta en los textos periodísticos disfrazada de suceso real, a sabiendas -o no- del periodista. El cuidado del principio de veracidad es esencial para un trabajo de calidad, que ayude a la credibilidad de los medios de comunicación. Por ello es necesario verificar tanto el acontecimiento, como las fuentes, para brindar una información certera que ayude al lector en la toma de decisiones en su vida cotidiana.

Le pregunté a la verdad
y la verdad me mintió,
y si la verdad me miente
en qué puedo fiarme yo.

Atahualpa Yupanqui, Coplas de Baguala

Adrián Eduardo Duplatt
[email protected]

A modo de prolepsis puede decirse que los ejemplos y valoraciones que se realizan a continuación están referidas a la ficción que se utiliza con el propósito de engañar, no a la ficción como modo alternativo de acercarse a la verdad. De por sí el lenguaje es convencional y arbitrario, por lo que para algunos la relación entre significante y significado podría dar lugar a realidades distintas, pero sin caer en la mentira. Se trata de una aporía propia de la comunicación. Lo que aquí se analiza -para el caso del periodismo- está referido a las situaciones en el que el periodista -o cualquier integrante del campo periodístico- oculta datos, situaciones, parcializa sucesos o los inventa para embaucar al lector. Son muy disímiles los casos en que el periodista anticipa que un actor de una crónica suya es un personaje arquetípico construido con las cuitas de varios actores reales, y el de otro periodista que quiere hacer pasar dicho personaje por real.

Tentaciones

La ficción tradicional no tiene mucha aceptación entre los lectores modernos. Los escritores se han volcado a géneros como la biografía o la novela histórica, dejando un tanto marginadas las historias no verídicas. De igual modo, la televisión vivió hasta, hace poco, un floreciemiento de televerdad, donde los protagonistas no son actores, sino gente común que se desenvuelve con total desparpajo en los talks shows, cámaras en vivo y programas como Big Brother, Real World o Survivor.

En la actualidad los límites entre verdad y ficción son lábiles. Los políticos hacen sus campañas desde programas de variedades, los noticieros y diarios presentan las tiras de la televisión como si fueran noticias (1) -siempre que pertenezcan al mismo multimedio, claro está-. Y para completar el panorama, apareció la realidad virtual.

Estas tendencias que desacralizan la «veracidad» de la información, como valor ínsito del trabajo periodístico, tienta a muchos hombres de prensa que, ante la necesidad de datos o noticias en días estériles, se dedican a inventar, desinformar y darle cabida a pseudoeventos.

Y, como dijo Oscar Wilde, la mejor manera de vencer las tentaciones es caer en ellas.

¿Verdad o consecuencia?

La necesidad de esgrimir hechos favorables que tienen los actores sociales provoca un fenómeno que Lorenzo Gomis -citando a Boorstin- llama pseudoeventos(2). Estos vendrían a ser los acontecimientos que son provocados intencionalmente para llegar a la prensa.

Gomis especula sobre si es necesario esperar a que un evento favorable se produzca, o si es más natural ir al encuentro de él. Por ello nacen los acontecimientos preparados artificialmente para ser noticia, lo que no quita que sigan siendo noticia. Serán artificiales y con dobles intenciones, pero no dejan de ser situaciones reales, con protagonistas reales y con las características necesarias para ser publicados. Si bien son creados ex profeso, igualmente inciden en el mundo real.

El pseudoevento -explica Gomis- «es una profecía que se cumple al pronunciarse. Y la condición de su cumplimiento es la existencia de los medios de comunicación y la introducción en ellos»(3).

Para Boorstin -citado por Gomis- no se tratan de hechos espontáneos, sino que están cuidadosamente preparados o provocados. Obviamente será más un pseudoevento una entrevista que un descarrilamiento de trenes o un terremoto(4). Lo que se busca es que el acontecimiento se registre por los medios para que se distribuya en la sociedad. El grado de su difusión marcará su éxito o su fracaso, es decir, su eficacia.

En este sentido, Patrick Champagne habla de manifestaciones de primer y segundo grado. En las primeras, v.gr. un movimiento social realiza manifestaciones tradicionales, «construidas sobre todo para crear una relación de fuerzas y permitir que el grupo se exprese»(5). En las de segundo grado, a veces se recurre a consultoras en comunicación, se realizan puestas en escena elaboradas, que «tienen por objetivo producir una imagen para los medios que dé valor al grupo y a sus reivindicaciones. Se trata de producir en la prensa del día siguiente una ‘manifestación de papel’ que haga que se vea claramente al grupo»(6).

Muchas veces la información suele brindarse redactada, para poder difundirse con más claridad y celeridad. Su relación con los hechos reales son ambiguas y si la gente se pregunta qué se quiso decir y se debate sobre ello, mucho mejor. El enigma y la sospecha generan más comentarios, con lo que se logra mayor penetración y durabilidad en la agenda de los medios y de la gente.

También Furio Colombo se refiere a las informaciones inciertas que se publican en la prensa. Discurriendo sobre el origen de las noticias señala dos caminos non sanctos que conducen a las páginas de los diarios: la invención y la desinformación(7).

La invención finalmente se descubre (a no ser que se convierta en una «leyenda metropolitana»). Pero eso no importa a la empresa periodística, porque cuando se descubre la falsedad pasa a ser noticia el mentís.

Para Colombo es más complicado el caso de la desinformación organizada. Las «fuentes producen noticias complejas y creíbles, partiendo habitualmente de hechos ocurridos o verosímiles para alcanzar después unos desarrollos puramente inventados»(8).

Primero dan a conocer la noticia que tienen a través de sus medios -generalmente un periódico-. Como la fuente es creíble -otro medio-, los demás diarios la levantan y difunden. Cuanto más sensacional, mejor. Una noticia impactante grita por ser publicada, y si encima tiene una paternidad cierta, ¿qué más se puede pedir? Corresponde al primer medio haber tomado todas las precauciones periodísticas del caso. Si no lo hizo, él es el culpable, no los demás medios que confiaron en la fuente primigenia.

Explica Colombo que al periodista que se encuentra con una información inventada no le conviene cuestionarla. La tiene sobre la mesa, está bien redactada, tiene una paternidad respetable -otro medio- y no hay motivos para dudar. Sólo hay que retransmitirla.

El peligro más grave se produce cuando la desinformación se hace más compleja y cuidadosa, puesto que se construye un «agujero en la red» y pasa al periodismo legítimo. Verificar la información no corresponde al periodista porque la levanta de otro medio o bien es muy difícil hacerlo en el breve lapso antes de la salida en circulación del medio(9).

Con Internet el dilema se agudiza. Dice Colombo: «En el colmo de su complejidad organizativa, cultural y tecnológica, el periodismo parece volver a su origen: la opinión, el rumor, el viajero que cuenta, el paseante testigo, la opinión que se convierte en hecho». Basta recordar que el caso Lewinsky fue dado a conocer primero en la Web y después en la prensa tradicional, pese a que esta ya manejaba la información del caso, pero no la daba a conocer hasta tenerla verificada. En Internet se publicó en un medio de chismes, sin ningún escrúpulo periodístico mediante(10)

Ante este umbrío escenario de informaciones inventadas y mal verificadas, Colombo no es pesimista. Afirma que el oficio no es imposible. Que a la relevancia tan discutida de la «objetividad» se impone reemplazarla por el deber -cada vez más necesario- de la doble verificación: la del hecho, cuando es posible y la de la fuente. Es decir, ¿quién habla? ¿por qué? ¿por qué ahora? En definitiva: otra manera de hacer el buen periodismo(11). Se debe constatar el acontecimiento con diversas fuentes, pero, además, investigar quién es la fuente, cuáles son sus intereses y si es conveniente o no darles difusión.

El no-acontecimiento

El periodismo se basa en acontecimientos que poseen determinadas características de actualidad -los criterios de noticiabilidad-. No obstante, en los medios pueden observarse noticias que hablan de la cotidianeidad, de la rutina. Casi todo puede ser noticia. Este fenómeno rompe con las reglas clásicas del funcionamiento periodístico(12). Para Mar de Fontcuberta, además de esa tendencia de los medios a retratar acontecimientos que antes vedaba, existe un nuevo factor: el de dar cabida a los no-acontecimientos. Llama no-acontecimiento periodístico «a la construcción, producción y difusión de noticias a partir de hechos no sucedidos o que suponen explícitamente una no-información en el sentido periodístico»(13).

Mar de Fontcuberta cree que esta nueva operatoria está minando las bases en las que se ha edificado tradicionalmente el discurso periodístico: la realidad, la veracidad y la actualidad. El no-acontecimiento rompe con la idea de actualidad. Si un hecho no ha ocurrido, ni está previsto que ocurra, no hay actualidad. El periodismo en lugar de informar de hechos sucedidos o previstos, informa de hechos no previstos ni acontecidos(14).

Se hace necesario distinguir entre no-acontecimiento y noticias sobre hechos que no han ocurrido pero se prevé que ocurran. Así, las próximas elecciones para presidente pueden ser noticias, o la próxima fecha del campeonato de fútbol. También son acontecimientos periodísticos las informaciones negativas. Informar que no llueve hace tres meses implica un hecho positivo, cual es, que existe una sequía de tres meses, explica De Fontcuberta.

Mar de Fontcuberta elaboró una tipología de no-acontecimientos y los clasificó en(16):

1) Noticias inventadas

2) Noticias erróneas

3) Noticias basadas en una especulación

1) Las noticias inventadas están elaboradas a partir de elementos, declaraciones, hipótesis… que no existen en la realidad y que no se rectifican a posteriori. Aquí se está en presencia de una categoría ética: la veracidad. «La noticia inventada es una mentira», dice Fontcuberta. Aparecen en épocas de escasez informativa y pueden tomar la forma del monstruo del lago Ness, del Pitufo Enrique (de Catamarca) o del avistaje de platos voladores.

Generalmente en la propia redacción de la noticia inventada se encuentran indicios de su inexistencia. La falta de citas de fuentes identificables, falta de constatación de datos, cantidad de hechos que no se produjeron y no se sabe si iban a producirse (v.gr. «los delincuentes habrían ido con la intención de matar al gerente del banco…», conllevan a dudar de la información y de la intención del informante.

«La noticia inventada no implica que sea el medio el que inventa, pero puede hacerse transmisor de versiones filtradas y, por lo tanto, interesadas, de un determinado hecho»(16).

2) La noticia errónea está construida con datos que se creían verdaderos y después resulta que son falsos, circunstancia que se da a conocer. Puede tratarse de un error por falta de datos, de una incorrecta interpretación del periodista o de la deliberada intención de la fuente.

Es decir: se debe a dos causas principales: información insuficiente e información incorrecta.

Aquí Fontcuberta realiza una aclaración y explica que información incorrecta está tomada como sinónimo de desinformación. «El periodista francés Jean Ferré, en Le Fígaro Magazine del 20/11/982, define la desinformación como `Técnica que consiste en proporcionar a terceros informaciones generales erróneas llevándolos a cometer actos colectivos o a difundir opiniones erróneas que correspondan a las intenciones del desinformador'»(17).

En la desinformación siempre hay una intencionalidad en la fuente.

Un ejemplo de desinformación sería la muerte del joven que mantuvo como rehenes a varios pasajeros de un colectivo de Rio de Janeiro. Como se recordará, el secuestrador bajó con una rehén que murió cuando se apresó al joven. La versión oficial e inmediata fue que el secuestrador mató a la mujer y después murió por las heridas de bala, camino al hospital. Después se comprobó que la mujer murió por armas de la policía y que estos estrangularon en la ambulancia al secuestrador indefenso(18).

3) La noticia basada en una especulación se construye con hipótesis no comprobadas o rumores no confirmados. Son informaciones basadas en mera especulación y es el no-acontecimiento que más se repite en los medios modernos.

Estas informaciones introducen como noticia temas nuevos, sin ningún tipo de antecedentes ni hechos objetivos en los cuales basarse. No se identifican fuentes, no se sabe nada en concreto -aunque algo se sospecha- y muchas veces se da como un hecho consumado, con titulares en afirmativo.

Mar de Fontcuberta explica, además, que una de las características más comunes en las noticias basadas en no-acontecimientos «es que suelen nutrirse de informaciones filtradas. La información filtrada es la que llega a un medio a cambio de que éste mantenga el secreto de quien la suministra»(19).

Las filtraciones proporcionan buenas pistas para iniciar una investigación, pero incrementa el riesgo de ser manipulado por la fuente. La filtración sin comprobar puede aparejar la desinformación. De Fontcuberta dice que esto mina las señas de identidad de su propia existencia; a lo que se puede agregar que rompe con el «Contrato Mediático» del que habla Lucrecia Escudero, al enervar los vínculos de confianza que se establecen entre el lector y el medio(20).

A vuelo de pájaro

Marvin Kalb, veterano periodista de la CBS y la NBC y director del Centro Shorenstein sobre asuntos de prensa, en la Universidad de Harvard, escribió en Los Angeles Times que «La competencia, que siempre existió en el negocio de las noticias, se ha convertido ahora en una presión inexorable y brutal, que fuerza a reporteros y productores que normalmente serían cuidadosos, a ceder ante las tentaciones de desenfreno e imprudencia, apresurándose a imprimir o a transmitir historias que no están completamente investigadas, para las cuales no se han consultado suficientes fuentes, ni se han verificado. Ellos, incluso, en ocasiones han manufacturado pura ficción y le han llamado noticias»(21).

La tentación de inventar aunque sólo sea un dato faltante para cerrar un artículo, es ingente en el periodismo veloz de todos los días. Pero también en trabajos más extensos -en líneas y tiempo de elaboración- como podrían ser las investigaciones, reportajes y otros al estilo del bautizado por Tom Wolfe como Nuevo Periodismo(22).

«La única diferencia entre un buen cuento y una buena crónica, es la realidad», afirma García Márquez, y no se han alzado voces para contradecirlo. Sin embargo hay que concederle al lector el derecho a dudar ante una crónica plagada de detalles que parecen imposibles de obtener, a menos que se inventaran.

Tom Wolfe explica que cuando comenzó el Nuevo Periodismo, la vieja guardia reaccionó con vehemencia. «Se sentían confundidos, ofuscados… Esto no puede estar bien… Esa gente -por los nuevos periodistas- hacen trampa, adornaban las cosas, inventaban los diálogos… tal vez habían inventado escenas enteras, los mentirosos sin escrúpulos…»(23).

El secreto radicaba en el gran proceso de investigación que requerían todas las notas, incluso la más breve. Ahora, ¿qué ocurre si en un arduo trabajo de varios años, de prolija constatación de datos y fuentes, y de una más que correcta redacción, se mezcla un dato erróneo o falso?(24).

Esto último ocurrió con el historiador Edmund Morris al escribir la biografía de un ex presidente de Estados Unidos: Dutch. A memoir of Ronald Reagan.

Morris ya había ganado el premio Pullitzer con otra biografía de un ex presidente norteamericano (Roosvelt) y fue elegido para este nuevo trabajo. Reagan abrió sus archivos, su correspondencia, una vez por semana se sometía a los interrogatorios de su biógrafo en la Casa Blanca, dejó que lo acompañara en sus viajes, que presenciara sesiones en el Salón Oval, su mujer, sus colaboradores y amigos, también se prestaron a largas y continuas entrevistas. Morris lo tenía todo para realizar otra excelente biografía. Sin embargo, cuando publicó su trabajo, se inició una gran polémica que -como dice Vargas Llosa- cualquier crítico literario zanjaría en un minuto.(25).

¿Qué había ocurrido? Muy simple, como Morris no encontraba cómo hilar la miríada de información que poseía, recurrió a varios personajes ficticios que resolvieron sus cuitas.

Esos personajes daban cuenta de los hechos y pensamientos de Reagan en forma absolutamente fidedigna. Nada de lo que decían o mencionaban era falso. Todo había sido cuidadosamente comprobado por Morris. Lo que se decía, había existido, no así quién lo decía. A su juicio, la introducción de narradores ficticios no altera la verdad histórica, sólo la colorea y humaniza.

Vargas Llosa se encarga de destrozar estas ideas de Morris. Afirma que «Morris sabe mucho de historia, pero, me temo, no sabe gran cosa de literatura, dos disciplinas o quehaceres que, aunque a veces se parezcan mucho, son esencialmente diferentes, como la mentira y la verdad. La historia cuenta (o debería siempre contar) verdades, y la ficción es siempre una mentira»(26), y aclara que no siempre se tiene esta visión por la carga negativa que tiene la palabra mentira. No obstante, la ficción es irreal, no es cierta, es mentira.

Y continúa Vargas Llosa: «Inventar un narrador -una mentira- para contar verdades biográficas, como ha hecho Edmund Morris en su biografía, es contaminar todos esos datos tan laboriosamente recolectados, en sus catorce años de esfuerzos, de irrealidad y fantasía, y hacer gravitar sobre ellos la sospecha (infamante, tratándose de un libro de historia) de la adulteración… Mentir para decir verdades es un monopolio exclusivo de la literatura, una técnica vedada a los historiadores»(27).

Y lo mismo podría decirse para los periodistas.

(Con similares conceptos José Luis Sáez plantea el dilema entre verdades y ficciones: «Según el diccionario, realidad es la existencia verdadera y efectiva de una cosa. Ficción, en cambio, es la invención poética, es dar a entender lo que no es cierto. Pero esta dualidad, que era muy clara e indiscutible antes, hoy ya no tiene límites tan definidos para nosotros, ante el auge que ha tomado una tercera opción: el mundo virtual, a mitad de camino entre lo real y lo ficticio»(28)).

En el límite

Otro caso similar fue el del periodista Joe Klein de la revista Newsweek. Klein nunca mintió desde su trabajo periodístico, pero sí lo hizo para encubrir su trabajo en la novela «Colores primarios», una ficción sobre la primera campaña presidencial de Bill Clinton. No quiso mezclar su trabajo de novelista con el de periodista, por lo cual firmó su novela en forma anónima.

La novela fue un éxito inmediato, entre otras virtudes, por la cantidad de datos y detalles específicos de la campaña presidencial.

Klein negó ser el autor de la ficción, a pesar de que los analistas reconocían su estilo periodístico en la novela. Incluso lo negó ante las cámaras de televisión, con la ayuda de su editor periodístico.

Finalmente, ante las evidencias que se fueron acumulando en su contra, reconoció que él había sido el autor de «Colores primarios». El hecho de tener a un periodista mintiendo en público generó grandes polémicas en Estados Unidos. Joe Klein perdió su credibilidad y su trabajo de periodista. Pero se hizo millonario.

Sin embargo, la idea que quedó flotando en el aire es que «La profesión de periodista tiene su centro de valor en la verdad, por lo tanto, uno no puede mentir. Esa es la línea que no se puede cruzar»(29).

En otro orden de ideas -pero siempre bajo el paraguas de las verdades/mentiras y la credibilidad-, en la prensa moderna, ahíta de multimedios, se produce otro fenómeno intrigante: la separación lábil de lo comercial y lo periodístico en los medios de comunicación. Distinguir la credibilidad de un medio de los intereses de su propietario.

Por ejemplo: ¿qué ocurre con los periodistas que tienen que cubrir los sucesos de un centro comercial o cultural que pertenece al dueño del diario?

El periodista paraguayo Benjamín Fernández también se plantea el caso de los dueños o gerentes de medios que no saben nada de periodismo y sí de empresas. A lo que agrega: «Las llamadas publinotas no diferencian entre la publicidad de un producto o de una empresa y la información propiamente dicha. Estas secciones son por demás populares y muchos gerentes comerciales insisten en el modelo como una forma de conseguir o mantener la publicidad en el medio sin mirar las consecuencias que ello genera en la credibilidad del lector, oyente o televidente, que no puede ver las fronteras entre lo comercial o publicitario y lo estrictamente informativo»(30).

Algunos periodistas, como Fernández, Scharlau Vieira y Otis Chandler -ex director de Los Angeles Times-, coinciden que estos fenómenos son fruto del empleo de fórmulas reduccionistas y basadas en estrategias empresariales guiadas por el lucro como el único objetivo.

Como corolario de todo lo expresado vale reproducir una reflexión del periodista Benjamín Fernández, que aunque tenga una impronta de pureza, habla de un ideal al cual convendría apuntar: «El verdadero patrón del medio es el público y éste espera de nosotros información desprovista de intereses que no sean otros que aquellos que faciliten la toma de decisiones de manera clara. Toda distorsión del concepto hiere al medio en su valor más fundamental y excluyente que es su credibilidad y desalienta a la sociedad a la que sirve»(31).

NOTAS:

1 En el diario Clarín del 27/08/00, en la sección Espectáculos se presenta la siguiente información: «Guido Guevara, otra vez campeón. Volvió al boxeo para enfrentar a su hermano… Y ganó por un punto, en una pelea de ficción que logró calentar la pantalla. El rival ya pide la revancha». El titular y la bajada de la información corresponde -en su formato- a la pelea, no a la tira televisiva. El artículo bien podría haber aparecido en la sección Deportes del mismo medio.

2 Lorenzo Gomis: Teoría del periodismo. Cómo se forma el presente. Ed. Paidós, Barcelona, 1991, pág. 66.

3 Ibídem, pág. 67.

4 También entrarían aquí, por ejemplo, los actos terroristas y las conferencias de prensa de un presidente. ibídem.

5 Erik Neveu (2002): Sociología de los movimientos sociales. Barcelona, Hacer, pág. 144.

6 Erik Neveu, ibídem, pág. 145.

7 Furio Colombo: Ultimas noticias sobre el periodismo. Ed. Anagrama, Barcelona, 1997, pág. 72.

8 Furio Colombo, íbídem.

9 Furio Colombo: íbidem, pág. 73.

10 Furio Colombo, íbídem, pág. 73.

11 Ibídem.

12 Mar de Fontcuberta: La noticia. Pistas para percibir el mundo. Ed. Paidós, Barcelona, 1995, pág. 26.

13 Mar de Fontcuberta, íbídem.

14 Mar de Fontcuberta, íbídem.

15 Mar de Fontcuberta, íbídem, pág. 28.

16 Mar de Fontcuberta, íbídem, pág. 31.

17 Mar de Fontcuberta, íbídem, pág. 31.

18 Eleonora Gosman: Al secuestrador lo estranguló la policía camino al hospital, en diario Clarín del 14/06/00. Hubo otro detalle -al margen del presente trabajo- que resultó impactante: el secuestrador Sandro Do Nascimento era una de las pocas personas que habían sobrevivido a una matanza policial de niños de la calle ocurrida en 1993. Además los especialistas afirmaron que Do Nascimento bajó del colectivo con intenciones de entregarse, pero un disparo apurado de la policía desencadenó el desenlace fatal.

19 Mar de Fontcuberta: ob.cit., págs. 33/34.

20 El «Contrato Mediático» de Lucrecia Escudero Chauvel estipula que el lector a priori cree en lo que el medio le informa y a posteriori comprueba lo que recibe -estadio generalmente inconcluso-. El manejo de las fuentes empíricas y textuales ayudan a la constitución de este contrato fiduciario.

21 John Virtue: Un mundo descolorido, en www.fiu.edu/%Eimic/descolorida.htm

22 El «Nuevo Periodismo» fechado vagamente a principios de la década del ’60 en Estados Unidos, utilizó las técnicas literarias para redactar sus artículos. Se basaban principalmente en cuatro recursos: la construcción escena por escena, los diálogos, el punto de vista en tercera persona y la relación de gestos cotidianos, hábitos, modales, estilos de mobiliario, de viajar, de comer, miradas, estilos de andar… Requería estar presentes en las acciones y un gran trabajo de investigación material y, podría decirse, psicológica.

23 Tom Wolfe: El nuevo periodismo. Ed.Anagrama, Barcelona, 1976, pág. 40.

24 La distinción entre información errónea y falsa está dada por la intencionalidad. Las inexactitudes pueden darse sin conocimiento del periodista -errónea- o a sabiendas de su irrealidad y brindada a los lectores con segundas intenciones -falsa- (en Responsabilidad de los medios de prensa, de Zannoni y Bíscaro, Ed. Astrea, Buenos Aires, 1993.

25 Mario Vargas Llosa: La mentira de las verdades, en diario La Nación del 05/11/1999.

26 Mario Vargas Llosa, íbídem, para Vargas Llosa el narrador no es separable de la ficción, es su esencia, la mentira central de ese vasto repertorio de mentiras, el principal personaje de todas las historias creadas por la fantasía humana.

27 Mario Vargas Llosa, íbídem.

28 José Luis Sáez: Realidad que imita la ficción, en diario La Nación del 17/04/00.

29 El caso «Joe Klein» fue tratado por Charles Green en La mentira tiene patas cortas, www.fiu.edu/%7Eimic/mentira.htm. La declaración final pertenece a Víctor Navasky, editor y director editorial de la revista «The Nation».

30 Benjamín Fernández: El límite entre el negocio y el deber, en www.pulso.org/espanol/articulos/benjamin. Coincidente con Fernández se pronuncia Toni André Scharlau Vieira en Periodismo de balcón, www.fiu.edu/%7Eimic/brasil.htm: Consiste en vender espacios editoriales como si fuesen propaganda. El texto y la edición se trabajan de una manera especial, de manera que el resultado parezca lo más periodístico posible.

31 Benjamín Fernández, ob.cit.

BIBLIOGRAFÍA

COLOMBO, Furio Colombo (1997): Ultimas noticias sobre el periodismo. Anagrama, Barcelona.

De FONTCUBERTA, Mar (1995): La noticia. Pistas para percibir el mundo. Paidós, Barcelona.

ESCUDERO, Lucrecia: Malvinas: El gran relato. Fuentes y rumores en la información de guerra. Gedisa, Barcelona, 1996

FERNANDEZ, Benjamín: El límite entre el negocio y el deber, en www.pulso.org/espanol/articulos/benjamin.

GOMIS, Lorenzo (1991) : Teoría del periodismo. Cómo se forma el presente. Paidós, Barcelona.

GREEN, Charles: en La mentira tiene patas cortas, www.fiu.edu/%7Eimic/mentira.htm

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SAEZ, José Luis (2000): Realidad que imita la ficción, en diario La Nación del 17/04/00.

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WOLFE, Tom (1976): El nuevo periodismo. Anagrama, Barcelona.

Publicado en Narrativas. Revista patagónica de
periodismo y comunicación, nro. 2, octubre / diciembre de 2004.