Tradiciones periodísticas
Algo por el estilo
Existen divergencias entre latinos y anglosajones en las formas de hacer periodismo. La mayor o menor subjetividad en los escritos no puede ser explicada sólo con los manuales de estilo. La historia y la cultura han cimentado a lo largo de siglos, una conformación propia en la prensa de Latinoamérica y Estados Unidos.
Adrián Eduardo Duplatt
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Las tradiciones
Cada país tiene su tradición periodística. Esta se conformó a finales del siglo XVIII, con la modernidad y el nacimiento de los periódicos propiamente dichos. Aníbal Ford (1990) afirma que si el siglo XVII es el siglo de las gacetas, el XVIII es el del surgimiento del diario. A partir de entonces, con el periódico en consolidación, una serie de elementos se fueron sumando a lo largo de la historia de cada región, sedimentando y moldeando la forma de hacer que tiene hoy la variopinta prensa internacional.
En el entramado de las tradiciones intervienen la evolución de la lengua, las costumbres narrativas orales o escritas, los géneros dominantes en la literatura, las corrientes hegemónicas de pensamiento, la moral cívico religiosa…
En la actualidad existen tres grandes tradiciones periodísticas:
Anglosajona europea (v.gr., Inglaterra)
Predomina una clara separación entre prensa sensata o de relevancia, y sensacionalista. Se sigue escrupulosamente el hiato entre hechos y opinión. La información es escueta y las opiniones van aparte.
La prensa popular es muy melodramática, muy tribal. Se habla de «nuestra» comunidad y se tiende a la xenofobia.
La prensa sensata cultiva un estilo más sobrio, con gran preocupación por las fuentes y los datos precisos.
El género preponderante es la noticia. Los medios: Times, The Guardian, The Independent (sólo de noticias).
Anglosajona americana (v.gr., USA)
Predomina la crónica sucinta de los hechos; se cultiva la objetividad al extremo, a la manera de un neopositivismo. Se persigue el interés humano. El sujeto al que se habla es el individuo. El axioma que tutela el trabajo es «a usted le puede pasar lo mismo». De allí las historias humanas que se narran diariamente.
El estilo del periodismo es pragmático, efectista, espectacular.
El New York Times surgió a fines del siglo XIX para explicar la sociedad de masas, en contraposición al periodismo sensacionalista de Pullitzer y Hearst. Hoy trata de explicar la sociedad de la información. Interpreta y elucida el entorno social con seriedad, pero sin dejar de lado el entretenimiento. Informarse no tiene por qué ser aburrido. El NYT es un diario como el Times de Londres, pero sin el tedio que provoca este.
El género dominante es el reportaje1: una noticia contextualizada, con su lado humano, a la manera de una pequeña novela.
Latina (v.gr., Latinoamérica)
El periodismo es más politizado y más literario que el anglosajón. Puede encontrarse mezclada la información y la opinión. En los textos se filtra algo de «moralina».
El género cultivado es la crónica. El reportaje es cada vez menos frecuente. También es posible detectar una inclinación hacia el periodismo de declaraciones, tal vez por estar enmarcado en un periodismo politizado. Se transcriben declaraciones y se esperan las respuestas. Esta forma de utilizar las fuentes
[…] contribuye a generar no solamente el efecto de veridicción sobre el cual se construyen los medios de información escrita, sino que da origen a uno de los juegos preferidos del género informativo, como son los «desmentidos» y los «rumores» (Escudero, 1996:99).
Las caracterizaciones de las tres tradiciones no son rígidas, pero sí estables. Para entenderlas en profundidad es necesario explorar las causas de las divergencias en las maneras de hacer periodismo en la cultura anglosajona y en la latina.
A modo de explicación
La cultura y la historia de una nación fecundan los estilos narrativos, tanto literarios como periodísticos. Así, la religión es un ingrediente insoslayable para explicar las tradiciones periodísticas en Latinoamérica y en Estados Unidos.
En tal sentido, el alejamiento entre hechos y opiniones,
[…] la separación absoluta y clara entre noticia y comentario, orgullo del periodismo anglosajón y protestante, es probablemente imposible en la cultura católica basada históricamente en el valor de la interpretación autorizada. Es típico de esta cultura que la voz de la autoridad esté presente en todo momento pese a las continuas demostraciones de escepticismo y de desconfianza (Colombo, 1997:27).
En cambio en el protestantismo, la Biblia puede ser leída críticamente y sometida al libre examen individual. No hay una única interpretación establecida de antemano y que se deba repetir sin cuestionar. Entonces,
No se trata de quedarse con lo que de ella [la Biblia] conviene al creyente. Es mucho más exacto decir que le es dada a cada uno de los cristianos con el fin de que pueda leerla, meditarla, escucharla y dejarse enseñar por ella. La Biblia, por tanto, no es monopolio de los eclesiásticos: cada cual puede expresar su propia opinión en materia doctrinal […] «Libre examen» viene así a adquirir la acepción de la búsqueda personal de la verdad bíblica […] (Ronchi, 1985:10/11).
Es precisamente allí, en la libre interpretación, donde reside la distinción entre hechos y opiniones del periodismo. Los anglosajones cultivan el lema «los comentarios son libres, los hechos son sagrados2«, como el protestantismo lo hace con la Biblia y su explicación. El periodismo da los hechos «objetivos» para que el público lector realice su interpretación. Algo similar señala Jürgen Habermas cuando afirma que en el nacimiento del periodismo informativo
[…] el nuevo papel asumido por la prensa confiere a los lectores igualmente un nuevo cometido: el de erigirse en «público juez» (Habermas, 1981:63).
Para ello, el periodismo debe brindarle los hechos para que la gente tenga libre acceso a los acontecimientos sociales, que antes estaban reservados para reyes, aristócratas y la clase alta (García González, 1999).
(Por su parte, Lorenzo Gomis (1991) cree que la necesidad de objetividad y de presentación por parte del periodismo de hechos no inficionados, responde a la exigencia de brindar una materia prima sin aditamentos, para que el lector pueda realizar los comentarios que quiera sobre ella. Y cuánto más se comente un acontecimiento más necesidad habrá de información sobre él; ergo, el diario se vende más).
Además, la libre interpretación es individual, como lo es la acción de los hombres y su responsabilidad ante Dios. De este modo, la ética protestante incide en el periodismo anglosajón, que busca siempre el aspecto humano, la historia individual que explica e ilustra la información. Allí reside la necesidad de reflejar la agonía del individuo en un mundo adverso. La revalorización del individuo también la rescata Max Weber cuando afirma que la nueva ética protestante -sobre todo la calvinista- incide en el espíritu del capitalismo con la entrega absoluta del hombre al trabajo y de la búsqueda del lucro por el lucro mismo -vivir para trabajar-. El nuevo espíritu necesita de individuos fuertes para dejar atrás el ideario del capitalismo tradicional -trabajar para vivir- (Weber, 2001).
Ahora bien, el influjo católico en la prensa latina puede vislumbrarse en la necesidad de juzgar los acontecimientos. No basta con mostrarlos. Hay que brindar la interpretación correcta de ellos. No es raro que las crónicas terminen como un artículo de opinión, que le dice al lector lo bien o mal que estuvo lo que se narró. La interpretación y la valoración de la información es explícita.
En cuanto al predominio de la crónica en la prensa latina, es factible encontrar las causas en la historia del continente. Los cronistas de Indias son los antecesores del periodismo latinoamericano y de ellos se recibió la impronta del género. Apunta Vargas Llosa que
Los cronistas del Descubrimiento y la Conquista fueron los primeros, en América, en practicar el periodismo escrito. Algunos de ellos pueden ser considerados auténticos reporteros, pues, como Pedro Pizarro, Cieza de León o Bernal del Castillo, eran testigos y protagonistas de los sucesos que relataron, en tanto que otros, como el Inca Garcilaso de la Vega, el Padre Cobo, Pedro Mártir de Anglería o Herrera, recogieron sus informaciones entrevistando a sobrevivientes y depositarios de documentos y memorias de aquellas hazañas (Vargas Llosa, 1998).
Vargas Llosa explica que ese primigenio periodismo -el término, en realidad, aparecería siglos más tarde-, se abría paso entre quienes monopolizaban la información: la historia y la literatura.
Ahora bien, para el peruano, ninguna de aquéllas crónicas pasaría la prueba del deber de objetividad del periodismo finisecular del siglo XIX: «la obligación de hacer un estricto deslinde entre opinión e información, la de no mezclar una noticia con juicios o prejuicios personales» (Vargas Llosa, 1998). Vargas Llosa coincide en explicar que esa distinción es más anglosajona que latina y más protestante que católica. Pero agrega otro aspecto sustancial en el caso latinoamericano. Esa distinción entre información y opinión era incomprensible
[…] para quienes escribieron sobre la Conquista de la Florida, de México, del Perú o del Río de la Plata. Porque para aquellos cronistas del XVI y del XVII, la frontera entre realidad objetiva, hecha de ocurrencias escuetas, y subjetiva, fraguada con ideas, creencias y mitos, no existía. Había sido eclipsada por una cultura que casaba en matrimonio indisoluble los hechos y las fábulas, los actos y su proyección legendaria (Vargas Llosa, 1998).
En el caso de la literatura, dicha impronta derivó en el «realismo mágico» y en lo periodístico, en la tendencia a la opinión en los géneros informativos.
Por otra parte, la Inquisición española contribuyó notablemente a la combinación entre ficción y no-ficción del periodismo latinoamericano. La Santa Inquisición prohibió la lectura de novelas en Iberoamérica, en la presunción de que las historias imaginadas por los novelistas alborotaban los espíritus, inspiraban desasosiego y fomentaban actitudes rebeldes ante lo establecido. Durante tres siglos el género estuvo prohibido en la América española3.
La necesidad humana de completar la vida real con la vida soñada -explica Vargas Llosa-, llevó a que la ficción, prohibida en la novela, se derramara sobre la vida de los americanos. La religión, la política, la ciencia y el periodismo, recibieron el influjo de la ilusión. De este modo,
La costumbre de mirar la realidad e informar sobre ella de manera subjetiva […] tiene en nuestras tierras una robusta tradición de cinco siglos [es] para destacar la influencia de la cultura en la determinación de las nociones de mentira y verdad, la descripción verídica de un hecho y su deformación subjetiva […] Por eso, en América Latina el periodismo puede ser de alto o bajo nivel, admirable o execrable, pero sólo en casos excepcionales logra ser objetivo, como lo es, en cambio, con naturalidad, en los países anglosajones, donde una antigua tradición lo empuja a serlo (Vargas Llosa, 1998).
En todo caso, es para pensar el proverbio que afirma que los periodistas norteamericanos aspiran al premio Pullitzer, y los latinos al Premio Nobel.
BIBLIOGRAFÍA
COLOMBO, Furio (1997): Ultimas noticias sobre el periodismo. Barcelona, Anagrama.
ESCUDERO, Lucrecia (1996): Malvinas: el gran relato. Fuentes y rumores en la información de guerra. Barcelona, Gedisa.
FORD, Aníbal (1990): «Literatura, crónica y periodismo», en A. Ford, J.B. Rivera y E. Romano, Medios de comunicación y cultura popular. Buenos Aires, Legasa.
GARCÍA GONZÁLEZ, Gloria (1999): «La conformación de la moderna prensa informativa (1848/1914)», en GOMEZ MOMPART, Josep Lluís y OTTO, Enric Marín (Eds.): Historia del periodismo universal. Madrid, Síntesis.
GOMEZ MOMPART, Josep Lluís (2001): «Memoria del periodismo», seminario de la Maestría en Periodismo y Sociedades de la Información de la Universidad Autónoma de Barcelona y la Fundación Walter Benjamin. Buenos Aires.
GOMIS, Lorenzo (1991): Teoría del periodismo. Cómo se forma el presente. Barcelona, Paidós.
RONCHI, Sergio (1985): El Protestantismo. Buenos Aires, Hyspamérica.
HABERMAS, Jürgen (1981): Historia y crítica de la opinión pública. Barcelona, Gustavo Gili.
VARGAS LLOSA, Mario (1998): «Sirenas en el Amazonas» [en línea], en Caretas, No. 1546, 10/12/98, www.caretas.com.pe [fecha de consulta: 18/12/01].
WEBER, Max (2001): La ética protestante y el «espíritu» del capitalismo. Madrid, Alianza.