La literatura policial y la enseñanza del periodismo

Periodistas, detectives y docentes

Adrián Duplatt
Univ.Nac. de la Patagonia
[email protected]

¿Por qué la literatura policial se enseña en la universidad en una asignatura de periodismo?

Si se trata de entender por qué fascina lo policial, tanto en literatura como en periodismo, las respuestas son múltiples y complejas1. Se pueden enumerar respuestas sociológicas, históricas, políticas… respuestas que se entrecruzan, retroalimentan y nunca se anulan. Pero la respuesta a la pregunta inicial, sin ser simple, es más pragmática.

Para empezar, se pueden mencionar cinco razones principales por los cuales es necesario estudiar el género policial en el periodismo. Los primeros dos motivos afectan indirectamente a la práctica periodística por centrarse más en el lector y los últimos tres influyen en forma directa en la labor del periodista. Los motivos son:

1) Fruición
2) Experiencias vicarias
3) Estilo
4) Metodología
5) Clave de lectura de la sociedad

Pero antes de justificar cada punto, es imprescindible conocer el origen de la literatura policial en sus dos vertientes principales: la novela de enigma y la novela negra. Ambos subgéneros surgieron en contextos históricos que dejaron sus huellas en la producción cultural de cada época y la literatura policial no fue la excepción.

Crónica de la literatura policial

La literatura policial nació a mediados del siglo XIX en Estados Unidos. Si bien los relatos sobre crímenes pueden rastrearse en el horizonte de la historia, solo puede haber narraciones policiales si existen policías2. Sin ellos, no habría género policial. Y el primer cuerpo de policía propiamente dicho fue el de Londres, llamado Scotland Yard, fundado en 1829. Sin embargo, el policial no nació en Inglaterra, sino en Estados Unidos.

En el siglo XIX, el país norteamericano se encaminaba a ser una potencia mundial. La revolución industrial y la filosofía racionalista del iluminismo habían desterrado los mágicos y oscuros mundos del gótico y el romanticismo. La ciencia positivista impulsaba el progreso de las ciudades, que transformaban al país en una pujante sociedad de masas. Los inmigrantes de todas partes del mundo llegaban de a miles a los puertos de Estados Unidos.

En este contexto desarrolló su obra el escritor, poeta, periodista y crítico literario Edgar Allan Poe, quien no solo fundó la literatura policial con sus cuentos, sino también la estructura y contenido del cuento contemporáneo de cualquier género.

Formado intelectualmente entre los mundos umbríos del gótico y el racional del positivismo, Poe dio a luz relatos de terror y cuentos racionales deductivos. Entre los primeros figuraron El gato negro, Berenice, La caída de la casa UsherEl pozo y el péndulo… entre los últimos, publicados entre 1837 y 1945, estuvieron Los crímenes de la calle MorgueEl misterio de Marie Roget y La Carta robada. Tres cuentos que sentaron las bases de la literatura policial, con un modelo que perduró en solitario hasta las primeras décadas del siglo XX, cuando surgió un nuevo relato policial, ajeno a Poe. Es decir, hoy se afirma que Poe fundó la literatura policial de enigma, en contraposición a la posterior novela negra creada por una pléyade de escritores también de Estados Unidos.

El paradigma de Poe rezumaba el canon de la época. En principio, el crimen se ajustaba a una puja racional entre un detective aficionado y el criminal. El detective auxiliaba a la policía como un pasatiempo y el contexto socioeconómico poco y nada importaba en la trama de la historia. Se trataba de un juego lógico en el que el detective, con las solas armas de su inteligencia y poder deductivo, lograba descifrar el enigma de quién y cómo había cometido el crimen. En el juego podía participar el lector, quien, a través de pistas que el autor del relato iba dejando a medida que avanzaba la historia, trataba de descubrir al culpable. Además, el detective contaba con un ayudante/amigo que podía relatar sus aventuras.

Después de escribir estos tres cuentos, Poe no volvió al género, que quedó huérfano de este lado del Atlántico. El policial debió cruzar el océano para renacer en Europa y llegar a su apogeo con los relatos del escocés Arthur Conan Doyle y su personaje Sherlock Holmes.

En 1866, el francés Emile Gaboriou escribió El caso Lerouge y en 1868, el inglés Wilkie Colllins, la novela La Piedra Lunar, por citar dos ejemplos de relatos de enigma en Europa. Pero el gran salto cualitativo lo daría el relato Estudio en escarlata, escrito por Conan Doyle en 1887.

Así como Poe se vio imbuido del clima epocal de la sociedad norteamericana de la primera mitad del siglo XX, Conan Doyle lo estaba de la sociedad victoriana de la segunda mitad de ese siglo en el imperio británico.

La sociedad victoriana era puritana y pujante, imperial y legalista, científica y cosmopolita. La razón y las leyes -amén de la fuerza- sustentaban el progreso del imperio. En este rígido marco social vio la luz Sherlock Holmes.

Holmes era un detective aficionado que, al igual que en Poe, ayudaba a la policía con su intelecto. Se valía de su razón deductiva a ultranza para resolver los más intrincados enigmas criminales.

La policía generalmente representada como inepta y el gran juego de inteligencias se daba entre Holmes y el delincuente. Holmes busca imponer la ley, como sinónimo de justicia. El delito es un hecho individual y poco importa la sociedad como contexto o justificación de las acciones. También Holmes cuenta con un ayudante/amigo/relator: Watson.

El dueto Holmes-Watson solidificó las reglas del policial de enigma. Conan Doyle se transformó en el más famoso exponente de esta vertiente literaria y muchos escritores de todo el mundo siguieron sus pasos. Quizás Agatha Christie se le acerca en fama, pero aquel tiene el plus de haber allanado el camino, tanto en técnica y estructura, como en popularidad.

Después de una época de esplendor, el relato de enigma se agotó en sí mismo y no produjo grandes obras, si bien muchos estuvieron muy bien escritos –v.gr., los cuentos de Jorge Luis Borges-. A pesar de esta monotonía, el modelo se siguió utilizando hasta el presente con disímiles resultados estéticos. Para encontrar algo novedoso en el policial, hubo que cruzar otra vez el océano y volver a su lugar de nacimiento: Estados Unidos.

El país del norte era, a principios del siglo XX, una nación pujante, materialista, corrupta, violenta, individualista, hipócrita… imponía la ley seca, pero fomentaba el contrabando, los justos escapaban de la ley, la economía sufría su crack en 1929, y la sociedad despertaba de una guerra mundial. La sociedad pauperizada junto a la ingente inmigración consumía relatos baratos, rápidos y fáciles de leer. Las publicaciones pulp fiction se los acercaba.

Entre los escritores de estas revistas asequibles se encontraban Dashiell Hammett y Raymond Chandler. Hammett había peleado en Europa durante la Gran Guerra y al volver a su país trabajó de detective privado. Por su parte, Chandler se educó en Gran Bretaña y al regresar a Estados Unidos se desempeñó como ejecutivo de compañías petroleras. Años después, comenzarían a escribir sus relatos policiales, muy lejanos del modelo de Poe y Conan Doyle.

En principio, ambos respondieron a una consigna típica norteamericana: escribir sobre lo que se ha vivido. Contar desde la experiencia y el conocimiento. Así, Hammet escribió sobre el mundo de los detectives privados en ámbitos del delito allende la policía, y Chandler, sobre la corrupción en las altas esferas de la clase acomodada. Pero sus relatos no fueron impolutos juegos de ingenio.

Hammett con su novela Cosecha roja y Chandler con El largo adiós, marcaron hitos de calidad estilística y profundidad humana. Se trataba de crónicas sociales del país. Lo que importaba era mostrar que el delito estaba ahí, en todas los estratos de la sociedad, que todos podías ser corruptos. La idea central era que la ley no era sinónimo de justicia.

Este nuevo paradigma se llamó novela negra. Aquí el crimen está a la vista de todos, no hay grandes misterios, la policía es corrupta y el detective -ahora profesional- está en su vereda opuesta, es incorruptible aunque seguir su propia ética le implique ir a la cárcel o no salir siempre airoso de sus casos. El relato es ágil, vigoroso, violento, El entorno social se describe como un protagonista más, el trasfondo de la literatura es realizar una crítica social.

El escritor inglés H.R.F. Keating resumió esta desiderata del policial negro de la siguiente manera:

Yo, el autor, me comprometo a considerar, antes que nada, a ti lector. Yo te entretendré, y lo haré con el relato de un crimen, ya sea haciendo hincapié en aquel que rompe todas las reglas o en aquel que consigue que se cumplan… y de paso, sin que lo notes, puede que también te cuente algunas cosas sobre este mundo en el que vives.3

Otros autores que cultivaron -y cultivan- este género fueron Ernest Hemingway, William Faulkner, Horace Mc Coy, Ross Mc Donald, James Cain, Rodolfo Walsh,… línea seguida en la actualidad con gran popularidad y prestigio por la literatura negra escandinava -Stieg Larsson, Osa Larsson, Hennirg Mankell, Arnaldur Indridason….

La literatura policial fue seguida por otros géneros que coexistieron con ella a partir de la segunda mitad del siglo XX. Las novelas de espionaje, con su marco de guerra fría, son un ejemplo de ello. En el presente, todos estos géneros producen obras, tanto en la literatura, como en el cine y la televisión.

Los motivos

1) Fruición

Se suele afirmar que para poder escribir bien, se debe leer bien. Leer bien debe interpretarse como la realización de una lectura crítica, es decir, después de una primera lectura es necesario tratar de desentrañar el planteo y la estructura del autor: qué ideas tiene, cómo describe personajes y lugares, cómo narra la acción, de qué manera construye sus párrafos, etc.

Para llegar a esa lectura crítica es preciso que el lector se “enganche” con el texto, debe resultarle, como mínimo, entretenido. Y nada mejor para ello que la literatura policial bien escrita. Con perdón de los profesores de literatura, Gustave Flaubert y su Madame Bovary, no alcanza en todos los alumnos ese estatus de inmediato placer literario. Quizás posteriormente se aprecie su técnica impecable y su perfección estética, pero resulta, por momentos, tediosa4Bovary puede ayudar a los escritores diletantes de muchas maneras, pero leerán la novela a desgano5. En cambio, un relato policial puede entretener desde la primera página y mantener en vilo al lector hasta la última.

Si los alumnos consiguen realizar la primera lectura con agrado, es posible que los relatos posteriores sean más factibles y más posible la realización de la lectura crítica. Por ello, para habituar a los alumnos en la gimnasia de la lectura, el policial resulta una opción más que válida.

La tesis de este primer punto es más que discutible. Habrá alumnos que se solacen con otro tipo de literatura o habrá otros a los que no les guste del policial. Pero, en general, la hipótesis resulta plausible: para acercar la lectura a los alumnos, mejor darles algo que, además y en principio, los cautive.

2) Experiencias vicarias

Cuando una persona vive la experiencia de otro como si fuera propia, se habla de una experiencia vicaria. Es una vivencia a través de una tercera persona. Se trata de aprender a través del otro por medio de la imitación.

En la literatura, el público se suele identificar con los protagonistas del relato. No con cualquiera. Tiene que ser un personaje que comparta con el lector características propias y de situación. El receptor debe ver que puede relacionar con su propia vida lo que recibe y, en consecuencia, compartir emociones a la distancia.

El psicólogo canadiense Raymond Mar estudió el comportamiento del cerebro cuando una persona lee. Mar llegó a la conclusión de que leer es una manera de expandir el horizonte de experiencias individuales porque leer la historia de un personaje en una novela es casi igual a vivirla. Ejemplificó Mar:

«Por ejemplo, puede que nunca sepamos cómo es vivir como una persona con discapacidad, pero podríamos acercarnos a entender esa experiencia si leemos un relato muy bien escrito que nos pone en el lugar de la persona que lo está viviendo»6.

En este sentido, la novela negra se impone por su sencillez de estilo, por reflejar el contexto socioeconómico del lugar y, como si fuera poco, por entretener. Si el mundo real es complejo y peligroso, los lectores pueden conocerlo sin riesgos a través de los personajes de la literatura policial. En el periodismo ocurre algo similar7.

Aníbal Ford citó en un trabajo suyo un manual de periodismo de principios del siglo XX en Estados Unidos que parece basarse en esta vicaria premisa para captar lectores. El manual explicaba que no todas las personas podían triunfar; la mayoría estaban condenados al fracaso y los frustrados se contentan con ensoñaciones. Por lo tanto, el periodista debía proveer esos sueños8.

En otras palabras, los protagonistas de las noticias policiales, al igual que los personajes de la literatura policial, provocan esa experiencia vicaria en los lectores al hablarles de manera inteligible de acontecimientos que pueden ocurrir en su vida cotidiana. Conocer la técnica literaria y la estructura de los cuentos policiales beneficia al estudiante de periodismo al mostrarle el camino hacia relación simbiótica.

Hasta ahora los motivos 1 y 2 justifican tangencialmente la introducción de la literatura policial en una asignatura universitaria de periodismo. Los que siguen, hacen al propio oficio de periodista.

3) Estilo

Gustave Flaubert dijo que el estilo es una manera absoluta de ver las cosas9. Cada estilo literario crea una realidad propia. El estilo periodístico no es la excepción.

La manera de escribir las noticias mutó a finales del siglo XIX y principios del XX del paradigma político opinativo al informativo noticioso. La opinión se separó de la información. Nacía la doctrina de la objetividad.

A pesar de que se pregona que la objetividad no existe, sigue presente en muchas redacciones periodísticas. No se trata aquí de refutarla, sino de explicar una de las aristas de su nacimiento y su influencia en el modo de escribir las noticias.

Primer dato: entre 1836 y 1914, Estados Unidos recibió treinta millones de inmigrantes. Como se describió en el contexto de la obra de Poe, el país era un imán para los millones de personas de todo el mundo que escapaban de sus aciagos destinos.

Segundo dato: el progreso técnico, como las máquinas para fabricar papel, tintas mejoradas, rotativas y telégrafos, posibilitaron que se pudieran imprimir ingentes tiradas de los periódicos que debían ser vendidos.

Los inmigrantes poco y nada sabían del idioma local o directamente no estaban alfabetizados y se sumaron a la empobrecida sociedad local. Nuevos públicos exhibían nuevas necesidades.

Estas noveles audiencias impulsaron a Poe a escribir ensayos que sentaron las bases de los cuentos modernos y que influyeron notablemente en el periodismo. Poe afirmó que los nuevos públicos tenían poco tiempo para leer y por ello había que escribir sin didactismo y con sencillez, debía hablarse de un solo tema y respetar un tono en todo el texto; se debía dejar de lado la moralina y, fundamentalmente, prestar especialísima atención al inicio del relato para poder atrapar la atención del lector.

Estos consejos literarios y las necesidades del contexto social se derramaron sobre la prensa. Los diarios empezaron a informar y distraer con más ilustraciones, fotografías, sucesos sensacionalistas, policiales, escritura simple…Había nacido el nuevo periodismo. Se cambió la discusión por la información y la noticia pasó a ser una mercancía más.

Para ganar lectores había que brindar los hechos sin juicios de valor por parte del periodista. La objetividad se hizo presente como mandato irrenunciable del buen periodista. A la vez, ante un público preso de la vorágine de una sociedad de masas o, simplemente, poco alfabetizado, la escritura debía ser simple, respetando la pirámide invertida y, además, el ejemplar del periódico debía ser barato.

Ernest Hemingway contó que en su paso como periodista del Kansas City Star recibió los siguientes consejos: utilizar frases cortas, acortar párrafos, usar un inglés vigoroso, ser positivo, evitar los adjetivos, nunca usar dos palabras si una basta,
usar verbos de acción…10

Las variadas circunstancias de realidades socioeconómicas, públicos y ensayos críticos hicieron que la literatura y el periodismo rotaran sus estilos en direcciones similares. Donde mejor se afincó esta mutación fue en la novela negra y la noticia.

Ambos, cuentos del policial negro y la noticia, confluyeron en un estilo similar que hasta el día de hoy presta servicios en pos de la claridad y la precisión. Un estilo que requiere de claridad y precisión, por su puesto, pero también de un primer párrafo atrayente, de simplicidad, de frases cortas y párrafos cortos, de verbos de acción, de eliminación de adjetivos…y hablar de lo que ocurre en la sociedad, por supuesto.

A modo de ejemplo de este estilo se puede citar un párrafo de una novela de Raymond Chandler:

Se inclinó sobre el escritorio, con los ojos fijos, inmóvil. Fui hacia la puerta, la abrí y me di vuelta para mirarlo. Sus ojos me habían seguido, pero su cuerpo gris y delgado seguía inmóvil. Sentí odio en sus ojos. Salí, atravesé el seto y me dirigí a mi coche, entré en él y lo puse en marcha. Nadie me disparó. Después de algunas manzanas, me metí en una bocacalle y esperé unos segundos. Tampoco me seguía nadie. Volví a Hollywood11.

El estilo de este párrafo de una obra literaria es perfectamente intercambiable con una noticia de la prensa de principios del siglo XX o de principios del siglo XXI. Si el estudiante se acostumbra, a fuerza de lectura, al estilo del policial, no tendrá problemas en ser claro y preciso al redactar una crónica.

4) La metodología

Aquí lo que se intenta demostrar es que el modo de obtener información de un detective es similar al de un periodista de investigación.

Diversos autores académicos y periodistas así lo creen. El perirodista y escritor argentino Tomás Eloy Martínez afirmó:

La investigación periodística tiene las mismas exigencias que la resolución de un enigma policial, comienza con un delito cuya solución encaran seres sin otras armas que la tenacidad y la inteligencia. Y continúa con la compulsa de legajos y archivos -a veces miles y miles de páginas-, el cotejo de datos inusuales, la búsqueda de testimonios personales que a veces llevan a vía muerta… Como el detective de las novelas policiales más rigurosas -pienso en Raymond Chandler, en Georges Simenon…- el investigador periodístico vive en esta de alerta y puede tardar meses o años en completar una nota que se lee en un día”12.

Por su parte, el periodista español Pepe Rodríguez hace una distinción entre periodista informador (el de todos los días) y el de investigación; a este último lo equipara con un detective13.

Otros autores como el periodista norteamericano William Gaines explican el modo de actuar de un periodista de investigación y describen que acude a los escenarios de los hechos como un detective de policía14. A su vez, el periodista argentino Daniel Santoro dice que al trabajar debe enfrentar riesgos profesionales, judiciales e incluso físicos, posibilidades latentes para el periodista de investigación, aquel que posee alma de detective, curiosidad permanente, compromiso profesional y apego a la verdad15.

El periodista y catedrático español José María Caminos Marcet especifica las características del periodista de investigación de la siguiente manera:16

– es ajeno a las presiones de la hora de cierre
– trabaja por su cuenta, solo o en equipo
– no se vale de la actualidad periodística, pero puede ser una pista
– provoca la noticia, la genera
– saca a la luz lo que permanece oculto
– busca la verdad y denuncia injusticias
– se mantiene independiente de las fuentes de información
– busca la información por medio de distintas técnicas o procedimientos
– exhibe ética intachable, no es sobornable
– soporta presiones 

Y Raymond Chandler enumera las particularidades que deben portar los detectives de la serie negra17:

– distinguir entre la justicia del hombre codificada en leyes y la idea moral de justicia
– denunciar la deprimente realidad
– ser un hombre de honor
– ser un hombre común, conocedor del carácter ajeno
– no aceptar dinero deshonesto
– buscar una verdad oculta
– para él, investigar es buscar datos para responder preguntas
– querer esclarecer todo lo oscuro
– atar cabos sueltos
– estar sujeto a presiones de la vida urbana

Las características que se repiten en ambos arquetipos no son casuales. Detectives y periodistas buscan la verdad y se valen de similares procedimientos para alcanzarla. Como muestra, dos ejemplos.

Dashiell Hammet narra en una de sus novelas las peripecias de un detective que busca a un hombre:

Salí a la caza de MacSwain. Ni los anuarios ni la guía telefónica me sirvieron de nada. Recorrí las salas de billar, las cigarrerías, los bares clandestinos, primero mirando nada más, y luego haciendo preguntas discretas. No me sirvió de nada. Paseé por las calles buscando hombres zanquituertos. No me sirvió de nada. Decidí regresar al hotel, descabezar un sueño y reanudar la caza por la noche… 18

También podría ser la descripción de un periodista en plena actividad, como lo muestra Miguel Bonasso en una nota de Página/12:

Muchas veces la tarea del periodista se parece a la del detective de un thriller: horas de montar guardia frente a una estación de servicio, a una concesionaria de autos, a una parrilla. Observando la escena desde un auto con los vidrios polarizados, con el fotógrafo o el camarógrafo al costado, preparado para “robar” una primera imagen y luego lanzarse sobre el personaje, a cara descubierta, aunque el tipo sea un connotado criminal…19

Hammett y Bonasso, novelista y periodista respectivamente, describen iguales modus operandi para sendos detective y periodista.

Con estas comparaciones es posible que los alumnos, noveles periodistas, puedan acercarse vicariamente al trabajo de investigación, ver sus posibilidades, riesgos y la retahíla de senderos que se bifurcan ante ellos para desarrollar sus tareas.

5) Clave de lectura de la sociedad

El catedrático y escritor Daniel Link afirmó que la literatura perdió eficacia ante los nuevos medios de comunicación; no obstante, continúa siendo una máquina procesadora de percepciones que muestra cómo la sociedad se imagina a sí misma. No se trata de que elucubra un estado de cosas, sino de la imaginación20.

La literatura fabrica puntos de vista, ángulos, principios formales, relaciones, grillas temáticas. Una de ellas -dice Link- es el policial.

Se lee por placer y también -como ya se explicó- para obtener algo de saber, aunque sea vicariamente. El profesor catalán de periodismo Albert Chillón afirmó: “La literatura es un modo de conocimiento de naturaleza estética que busca aprehender y expresar lingüísticamente la calidad de la experiencia”21.

Es decir, leemos literatura para conocer la realidad en la medida de lo posible. Pero, como dijera Flaubert, del estilo de lo que se lee dependerá la realidad que se está conociendo. En literatura son variados los géneros. Existen novelas románticas, realistas, góticas, de fantasía, de ciencia ficción, políticas, históricas… y policiales. Cada una conforma una manera de ver lo que se relata y después será leído. Cada género tiene sus reglas de creación y de lectura, las que conducen a un determinado punto de vista con conclusiones propias.

En la actualidad, en una sociedad que gira en torno al delito, la corrupción, lo oscuro y lo arcano, la matriz de percepción que mejor ayuda a entender lo que ocurre es la del policial.

El policial interesa a numerosos campos culturales. Se han ocupado de él la sociología, el psicoanálisis, la literatura, la política, los medios, el periodismo, la semiótica… Es que, como explica Link22, lo policial desvela el carácter ficcional de la verdad, preserva la ambigüedad racional-insondable y funda la esfera autónoma del delito. Para ello, el género desborda lo meramente literario y se imbrica con la realidad mezclándose con otros géneros y soportes. Lo policial invade la prensa escrita y audiovisual, el cine y la televisión con sus ficciones, la política y las ciencias sociales.

Una de las razones del interés por el policial es que desvela el carácter ficcional de la verdad. La verdad emerge del texto. Es una verdad discursiva. El pacto de lectura entre escritor y lector radica en que la verdad se discute en términos del texto, no por fuera en los hechos, explica Link.

El pacto de lectura es inocente en la literatura, pero se vuelve turbulento en el periodismo o la historia. En el pacto, la verdad es fruto de la enunciación. Fuera del texto, nadie habla. Pero en el periodismo, la verdad tendría que estar en los hechos y el lector de una noticia tendría que corroborarla -en lo que de él dependiera- en la realidad. Si la verdad estuviera solo en el enunciado noticioso sería muy sencillo tergiversarla.

Ocurre que entre periodista y lector -o el medio y su audiencia- existe un acuerdo tácito de cooperación y confianza. En este sentido

Algirdas Julien Greimas articula un contrato mediático, retomado luego por Lucrecia Escudero. El contrato mediático se construye entre medio y lector. A priori, este compra el discurso porque lo cree; a posteriori, aquel le brinda la información y la posibilidad de que la verifique. La credibilidad se genera mediante estrategias discursivas presentes en el texto informativo y que dan cuenta de elementos que el lector interesado podrá constatar para someter a prueba la verdad de la información. Si la prueba resulta positiva, seguirá creyendo. La instancia de verificación por parte del lector, en la mayoría de los casos, queda inconclusa. Es importante señalar que para Dominique Wolton la confianza que el lector deposita en el medio es la piedra angular de la legitimidad periodística. Sin ella, los periodistas no podrían trabajar. El contrato pragmático fiduciario de los medios de comunicación es un producto histórico de la institucionalización y de la legitimación del papel del periodista, afirma Miquel R. Alsina23.

En consecuencia, en el periodismo, la verdad no debe ser solo discursiva como en la literatura. La pieza periodística debe brindar las herramientas -fuentes, datos, precisiones…- para que lo que se dice en el discurso se corrobore en la realidad. El conflicto se plantea cuando esto se olvida.

Por otro lado, si en la literatura, los encargados de encontrar la verdad son los detectives, en el periodismo son los periodistas. En el policial de enigma -esclarece Link24-, el Auguste Dupin de Poe y el Sherlock Holmes de Conan Doyle ven lo que nadie ve; en la novela negra el Sam Spade de Hammett y el Philipe Marlowe de Chandler tardan, pero finalmente ven la verdad, como el hombre común. El cronista, por su parte, es el héroe de la verdad moderna.

En cuanto a la ley, el policial de enigma sostiene una posición formalista. El detective defiende la ley y ayuda a la policía. En la novela negra, la posición es sustancial. El detective se opone a la ley y la policía es un obstáculo más para encontrar la verdad. La ley solo garantiza que existe el Estado, no la justicia, señala Link25.

Asimismo, ambigüedad racional-ininteligible del relato policial, lejos de ser un defecto, lo potencia. El policial trabaja como ningún otro género la relación crimen-verdad y las categorías conflicto, enigma y, especialmente, sospecha. La búsqueda racional de la solución de un enigma es el motor de la narración, uno de sus principales atractivos.

Además, otra seducción radica en que en el policial de enigma, la participación del lector se da a través de pistas que el autor va dejándole a él y a sus personajes, y en la novela negra, el lector participa vicariamente en un mundo que reconoce como cotidiano y cercano. Ve su realidad con los lentes del policial.

La matriz de percepción que brinda el policial, entonces, permite observar la sociedad desde un punto de vista en que todo es sospechoso, donde siempre hay algo oculto y que debe ser descubierto y donde a veces la ley es injusta y lo justo no siempre es legal26.

Cuando en 1998 murió Alfredo Yabrán, empresario que era acusado de corrupción e intensamente buscado como autor intelectual del homicidio de un periodista, en una clase de periodismo27, el ayudante entró y dijo haber escuchado en la radio que Yabrán se había suicidado en Entre Ríos, cuando la policía estaba por arrestarlo. Los alumnos no lo creyeron. Los docentes dudaron. Hoy, más de veinte años después, en los medios se pueden encontrar notas que plantean el interrogante a pesar de que la justicia verificó en su momento la muerte del empresario. ¿Otro enigma policial o mala praxis periodística?

En esa época, Página/12, en medio de la incertidumbre y las sospechas del caso, pidió a dos escritores de novelas policiales que dieran su punto de vista. La nota en tapa se tituló: “Yabrán, una policial negra”28. En páginas interiores, Juan Sasturain y Guillermo Saccomano escribieron sus reflexiones sobre lo ocurrido, centrando su punto de vista en un caso policial, para ser más exactos, un policial negro.

A modo de ejemplo, Saccomano relató:

Traeme las escopetas, ordena el hombre. Todas, dice. Las seis. Y el administrador de la estancia le obedece. Un rato después, con las armas, el hombre se encierra en un cuarto. Ahí afuera los patrulleros ya pasaron una tranquera. Dicen que un instante antes de morir se recuerda toda la vida. Mientras elige la 12.70, al hombre se le viene encima la memoria. A los cincuenta y cuatro años las imágenes que lo encajonan no son pocas. Se ve de pibe, vendiendo helados en el pueblo. Se ve negociando máquinas de calcular. Se ve manejando un camión transportador de caudales. Se ve con su mujer, haciendo una familia. Se ve con los hijos. Quise darles lo que no tuve, piensa. Y los hijos, terminándose de criar entre los muros de una fortaleza como la de Don Corleone. El pibe que vendía helados en el pueblo nunca hubiera imaginado que la vida sería esto. Y ahora el hombre carga la 12.70. …29

En la misma sintonía, el periodista de policiales Enrique Sdrech editaba la revista Pistas en 1998 y a finales de año les pidió a tres escritores que elaboraran sus hipótesis sobre tres casos conmocionantes de ese año. Los casos fueron Yabrán -ya mencionado-, Cattaneo, sobre corrupción en los contratos de la empresa IBM con el Banco de la Nación Argentina, y Spartacus, sobre la vida privada de un juez federal; los escritores respectivamente fueron Juan Sasturain, Rodrigo Fresán y Vicente Battista.

Sdrech justifica la inclusión de la literatura en una revista de policiales con el siguiente editorial:

Este último número del año que Pistas entrega a sus lectores presenta una novedad. Tres talentosos escritores argentinos fueron especialmente convocados para que escribieran sobre algunos de los casos policiales más escabrosos de 1998 que, como todos sabemos, reúnen en un haz tan nefasto como incomprensible el crimen, el poder y la injusticia. No se trata de un divertimento ni de un mero ejercicio literario. Pedirle a la ficción que nos ayude a comprender cosas que no puede terminar de explicar la ciencia o la investigación más minuciosa y honesta es una forma de indagar en el espíritu de hechos humanos conmovedores y misteriosos. Al fin y al cabo se trata de saber de qué se trata por medio de otras pistas, acaso menos convencionales30.

Crímenes, poder, injusticias, misterios, sospechas, escritores, periodistas… lo policial enlaza ficción y realidad y ayuda a comprender lo que ocurre allende las experiencias concretas de los individuos.

Por último, se mencionó que el policial fundó la esfera autónoma del delito, cuestión que trabajaron varios autores, especialmente el filósofo francés Michel Foucault en varios de sus trabajos31.

A principios del siglo XIX, la burguesía puso en manos de los trabajadores los instrumentos de trabajo. En ese momento fue necesario apartar a la delincuencia de los sectores populares. El obrero debía ver al delincuente como a un enemigo personal y cercano, no como lo hacía hasta entonces, casi como a un héroe romántico. Además, para ayudar a un mejor aprovechamiento de los objetos y de las personas, todo en la sociedad debía ser controlado y vigilado. La individualización y la naciente policía se encargaron de velar por estos intereses32.

Es así, en este entorno, como surgieron los relatos de criminales en los periódicos, en los folletines y en la literatura. A través de la multiplicación geométrica de informaciones y ficciones sobre la delincuencia, se creó la figura del criminal como enemigo imperdonable y, a la vez, se justificó la vigilancia y el control social por parte del poder de turno33.

La actual diseminación de noticias policiales en la prensa contemporánea parece tener los mismos fines que en el siglo pasado: atemorizar y controlar34.

Disparo final

El género policial es idóneo para la enseñanza del periodismo. El inventario de razones esgrimidas sostiene lo afirmado.

Notas

1 Ver, v.gr., Adrián Duplatt, “Por qué se leen las noticias policiales?”, en Bajamar, www.bajamar.com.ar

2 Martín Malharrro: «De la novela de enigma a la novela negra», en Rev. Oficios Terrestres, No. 1, Ed. U.N.L.P., 1995

3 H.R.F. Keating, Escribir novela negra, págs. 13/14.

4 Dijo el crítico de música y literatura Pablo Gianera, refiriéndose a la admiración de Jorge Luis Borges por Gustave Flaubert: “Lo que podría preguntarse es qué era aquello que Borges quería de Flaubert, ¿al estilo o al hombre?… lo que Borges quiere de Flaubert no son tanto sus libros como la disposición que los hizo posibles” (“Borges en el espejo: Un inédito sobre Flaubert y el destino tortuoso de escribir”, en La Nación, 4.4.2020).

5 Apreciación personal sin mayores fundamentos que la opinión de los alumnos a lo largo de los años.

6 Analía Llorente, “¿Qué pasa en nuestro cerebro cuando leemos?”, La Nación, 30.8.2016.

7 Adrián Duplatt, ibidem.

8 Aníbal Ford (1990): «Literatura, crónica y periodismo», en A. Ford, J.B. Rivera y E. Romano, Medios de comunicación y cultura popular. Buenos Aires, Legasa.

9 Albert Chillón (1999): Literatura y periodismo. Una tradición de relaciones promiscuas. Barcelona, UAB, pág. 49.

10 Aníbal Ford, ibidem,

11 Raymond Chandler, El sueño eterno, pág. 87.

12 Tomás Eloy Martínez, “Prólogo”, en Daniel Santoro, Técnicas de investigación, México, FCE, pág. 11

13 RODRÍGUEZ, Pepe (1994): Periodismo de investigación: técnicas y estrategias. Barcelona, Paidós.

14 William Gaines (1996), Periodismo investigativo, Bogotá, TM Editores.

15 Daniel Santoro, Técnicas de investigación, México, FCE.

16 José María Caminos Marcet (1997): Periodismo de investigación. Teoría y práctica. Madrid, Síntesis.

17 Raymond Chandler (1970). “El simple arte de matar”. El simple arte de matar, Buenos Aires, Tiempo Contemporáneo.

18 Dashiell Hammett (1990), Cosecha roja, Barcelona, Alianza.

19 Miguel Bonasso, “Cuando la realidad se parece a un thriller”, Página/12, 26.9,2997.

20 Daniel Link (comp.) (1992): El juego de los cautos. La literatura policial: de Poe al caso Giubileo, Buenos Aires, La Marca editora.

21 Albert Chillón, ibídem, págs. 69/70.

22 Daniel Link, ibidem.

23 Adrián Duplatt, “Contratos de la comunicación periodística”, Narrativas, nro. 23, abril/junio de 2012. www.narrativas.com.ar

24 Daniel Link, ibidem.

25 Daniel Link, ibidem.

26 Daniel Link, ibidem.

27 Comunicación Escrita III, Lic. en Com. Social, Univ.Nac. de la Patagonia, 1998.

28 Página/12, 24.5.1998.

29 Guillermo Saccomano, “Un tiro en la cabeza”, Página/12, 24.5.1998.

30 Enrique Sdrech, “Las otras pistas, rev. Pistas nro. 27, diciembre de 1998

31 Adrián Duplatt, “Vigilar y novelar. Michel Foucault y la literatura policial”, en Bajamar. www.bajamar.com.ar

32 Adrián Duplatt, ibidem.

33 Adrián Duplatt, ibidem.

34 Adrián Duplatt, ibidem.