Apuntes sobre la Globalización

Adrián Eduardo Duplatt
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Algunas impresiones imprecisas

El concepto de globalización es polisémico. García Canclini afirma que no es cierto mucho de lo que se dice de ella y que tampoco existe una definición consensuada de lo que significa globalizarse (García Canclini, 1998:10).

Tampoco existe acuerdo sobre cuándo comenzó la globalización. Algunos autores, como Chesnaux, Wallerstein y Ferrer, la ubican en el comienzo de la expansión capitalista y de la modernidad occidental, en el siglo XVI (García Canclini, 1998:10). Para Jacques Attalí hubo en los últimos tres siglos tres tentativas de globalización: a fines del XVIII, a fines del XIX y entre las dos guerras. Fallaron por culpa del proteccionismo que condujo a la guerra y a la violencia (Corradini, 2004).

Aldo Ferrer afirma que, si bien el fenómeno no es nuevo, hoy adquiere dimensiones distintas y más complejas que en el pasado (Ferrer, 2000:13).

En este orden de ideas, Ferrer explica que en el siglo XV por primera vez se verificaron en el mundo dos condiciones para una mundialización de la economía (Ferrer, 1998a; 1998b):

  • el aumento de la productividad del trabajo, y
  • un orden mundial global

A la salida de la Baja Edad Media europea, las condiciones sociales, los adelantos tecnológicos y el incipiente capitalismo comercial hicieron posible un crecimiento de la productividad, que facilitó la exportación de excedentes.

Asimismo, el descubrimiento del Nuevo Mundo -para los europeos- y la consolidación comercial con Asia, crearon el mercado global para colocar esa sobreproducción.

Había nacido la globalización. Carlos Fuentes está de acuerdo con esta orientación y la define como la «globalización renacentista», la primera de la historia que solo difiere de la actual por su velocidad (Fuentes, 2003). Fuentes también habla de una segunda globalización, resultado de la Revolución Industrial de los siglos XVIII y XIX. Aquí, la Revolución Francesa liberó las fuerzas productivas de la burguesía, que arrasaron con los derechos de los trabajadores (desaparición de los gremios, consiguiente ausencia del derecho de huelga y aparición de desprotección, salarios bajos, pobreza, enfermedad…). Esta segunda globalización culminó en los inicios del siglo XX(1). Finalmente, luego de las guerras mundiales, Crisis del 29, Guerra Fría y mundos bipolares, surgió la tercera globalización, la que hoy se señorea por el mundo entero.

Características

Entrando en el análisis de las características actuales de la globalización, Ferrer distingue entre una globalización real y otra virtual.

Ferrer explica que la real

[…] comprende el crecimiento del comercio mundial que se concentra actualmente en los bienes de mayor valor agregado y contenido tecnológico. Al mismo tiempo, segmentos importantes de la producción mundial se realizan dentro de las matrices de las corporaciones transnacionales y sus filiales del resto del mundo […] Esta globalización real refleja los cambios en la tecnología, la acumulación de capital, y la aptitud de las economías nacionales para generar ventajas competitivas (Ferrer, 2000:14).

En tanto que la globalización virtual

[…] abarca, por un lado, los extraordinarios avances en el procesamiento y la transmisión de la información y, por otro, la esfera financiera […] fenómeno esencialmente contemporáneo […] autónomo y de una dimensión y escala desconocidas hasta tiempos recientes (Ferrer, 2000:14/15).

Las consecuencias más evidentes de la globalización se dan en la esfera de lo virtual, en la difusión de información e imágenes a escala mundial en los mercados financieros. «La globalización virtual y la real interactúan para generar la visión de un mundo sin fronteras» (Ferrer, 2000:14).

Otras concepciones

Por su parte, otros ven la génesis de la globalización a mediados del siglo XX, cuando las innovaciones tecnológicas, informáticas y comunicacionales comienzan a impactar en el mercado a escala mundial.

Estas distinciones sobre el nacimiento de la globalización se deben a que los que privilegian su origen remoto se fijan en variables económicas e históricas, mientras que los que defienden la aparición reciente se basan en dimensiones comunicacionales, culturales y políticos. García Canclini (1998:10) adhiere a esta última posición, concordando con Giddens cuando expresa que somos la primera generación que tiene acceso a un era global.

En un nuevo derrotero para la aproximación a los orígenes de la globalización, Daniel García Delgado sitúa sus inicios en un proceso de cambios tecnológicos y económicos que tuvieron sus hitos visibles en la crisis del dólar de 1971 y la del petróleo de 1973 (García Delgado, 1998:25).

Debido -sobre todo- a esta última, se volvió prioritario utilizar materiales sintéticos para reemplazar las materias primas estratégicas y buscar formas de producción que insumieran menos energía. El nuevo paradigma tecnológico se conformó alrededor de la microelectrónica, abaratando la manufactura, almacenamiento y consumo de la información.

Las nuevas formas de producción tecnológicas requerían más información y menos energía, materiales y manos de obra.

Así entendida, la globalización significó el aumento de la vincularidad, la expansión y la profundización de las distintas relaciones sociales, económicas y políticas, creciente interdependencia de todas las sociedades entre sí, promovida por el aumento de los flujos financieros, económicos y comunicacionales (García Delgado, 1998:26).

El variopinto panorama de la génesis de la globalización no termina allí. También se formulan oposiciones entre los conceptos de globalización y mundialización, diferencia que separa, superficialmente, a los que escriben en inglés o en francés (García Canclini, 1998).

La mundialización vendría a ser una extensión de la internacionalización del proceso de producción liderada por las empresas multinacionales, que ahora serían empresas globales.

En síntesis: la mundialización se define por oposición a la visión ideologizada de la globalización; visión que oculta la polarización entre clases sociales y entre países y la impronta estandarizada de la cultura (Rivera de la Rosa, 2000).

Por su parte, el orden económico surgido a partir de los acuerdos de Bretton Woods se basó en la paridad cambiara fija o, al menos, estable, y en el control de los movimientos de capital. Esto duró hasta mediados de los setenta, cuando la fuerza de los mercados financieros y la debilidad del dólar dieron lugar a implícitas y poco claras reglas de juego del dinero internacional. El cambio fijo se transforma en un cambio flotante, aumentan los intercambios financieros y se practican políticas de base monetaria. Nace, así, la globalización financiera.

Lo concreto es que la globalización es discutida en su origen, su definición, sus alcances y en sus consecuencias. Sobre todo en sus aparentemente ineluctables consecuencias. En la actualidad se debate si la globalización es inevitable, en qué grado y si es deseable en todos los aspectos de la producción, circulación y consumo de bienes materiales o culturales.

El Paradigma de la Globalización

La globalización, más que un orden social o un único proceso, es un resultado de múltiples movimientos, en parte contradictorios, con resultados abiertos. Los conocimientos sobre la globalización constituyen un conjunto de narrativas obtenidas mediante aproximaciones parciales, en muchos puntos divergentes (García Canclini, 1998:11).

Esta complejidad en la concepción de la globalización se trata de ocultar de dos maneras (García Canclini, 1998:11):

1) reduciendo la globalización al neoliberalismo, y

2) conformándose con las narrativas múltiples

1) Reducción al neoliberalismo

La orientación del «Pensamiento Unico»(2) postula un solo modelo de sociedad para países desarrollados y subdesarrollados que no quieren quedar afuera de la economía mundial. El modelo aplicado es el neoliberalismo.

Con este Norte, Ramonet explica que el Pensamiento Unico(3) divulga y sostiene al neoliberalismo como única salida a los problemas del mundo contemporáneo. No acepta otra solución que los designios del mercado y cualquier otro marco conceptual está, per se, inhabilitado como alternativa.

2) Conformismo con narrativas múltiples

Esta postura se despreocupa de que la globalización no constituya un paradigma o modelo científico, en acuerdo con el principio posmoderno que acepta la reducción del saber a la coexistencia de narrativas múltiples.

En este caso García Canclini (1998:11) aclara que no se trata de criticar a la globalización porque se busque, al modo positivista, un saber universal aplicable a toda la sociedad, sino que no le parece plausible que en un mundo hiperconectado se renuncie a plantear los problemas de universalidad del conocimiento, buscar la racionalidad interculturalmente compartida que organice los enunciados básicos.

Nada es natural e inapelable como lo describen los dogmas apologéticos de la globalización. Los raíles que tomará este proceso dependerán, en gran parte, del conocimiento que se tenga del fenómeno(4).

Un fenómeno multidimensional

El mundo se complicó con el auge de los mercados globales y las redes computacionales. Si bien con la implosión de la Unión Soviética, Estados Unidos quedó como única «superpotencia visible» en un mundo unipolar, su hegemonía se ve enervada por la aparición, a gran escala, del tráfico de armas, el narcotráfico, las mafias(5), los flujos migratorios, la ecología, la Unión Europea, China y los otros países llamados BRIC(6), las multinacionales, los fundamentalismos… como otros factores de poder en un contexto multipolar. El escenario mundial mutó considerablemente a partir de la última década del siglo XX.

La globalización como proceso…

Como se señalara -v.gr. en cita a García Canclini- la pregunta que suena en el ambiente es ¿hay capacidad de redefinir este proceso, de oponerse, o sólo se trata de adaptarse a él? (García Delgado, 1998:36).

La globalización aparenta ser irremediable, mas no deja de tener alternativas o morigeraciones: por ello, resulta útil distinguir la globalización como proceso y como ideología, entre sus hechos y sus ficciones.

El proceso de la globalización

La globalización estudiada como proceso es, indudablemente, una serie de tendencias y nuevas realidades promovidas por el cambio de las condiciones materiales de una nueva fase capitalista, como lo fuera anteriormente el capitalismo comercial o el industrial (García Delgado, 1998:37).

Aldo Ferrer(7) (1999,14/20) señala que, en el orden de los hechos económicos, la globalización se manifiesta en cuatro terrenos principales:

1) el comercio internacional

2) las corporaciones transnacionales

3) las corrientes financieras

4) marcos regulatorios

1) Comercio internacional

Desde 1945 hasta la fecha el comercio ha crecido más que la producción.

Entre 1945 y 1996 el producto mundial aumentó la tasa del 4% y el comercio internacional, el 6%.

2) Transnacionales

En la actualidad operan en la economía mundial unas 40.000 corporaciones transnacionales, que cuentan con 270.000 filiales distribuidas en todo el planeta.

La presencia de estas empresas se concentra en el sector manufacturero, particularmente en las ramas de mayor densidad tecnológica.

Se considera que 1/4 del comercio mundial se realiza «intrafirma».

3) Corrientes financieras

4) El marco regulatorio

Las transacciones económicas y financieras internacionales se fueron liberalizando a partir de la Segunda Guerra Mundial, hasta llegar a su máxima expresión con el Consenso de Washington, a principios de los ’90.

John Williamson, economista del Instituto de Economía Internacional –Institute por International Economics– compendió en un paper publicado en 19908(12), las políticas que aplicaron durante la década del ochenta organismos como el FMI, el BM y el BID -todos con sede en Washington. Se pregonaban políticas de estabilidad y ajuste estructural de los países subdesarrollados, sesgadas por el neoliberalismo y la visión fundamentalista de la globalización(9).

Algunos datos(10)

Antes de la Segunda Guerra Mundial, 2/3 del comercio mundial consistía en productos primarios y 1/3 manufacturados. En la última década la proporción se ha invertido, con hincapié en las manufacturas con mayor contenido tecnológico.

El orden global está compuesto, en primer lugar, por los países avanzados. Cerca del 70% del comercio mundial se realiza entre los Estados Unidos, Europa y Japón.

El 85% de las inversiones privadas tiene ese origen.

De estas últimas, el 75% se radica en el mismo bloque.

Están apareciendo nuevos países, fuertes económicamente (China, Corea, Taiwán, Singapur…).

América Latina participaba, en 1950, con el 10% de las exportaciones mundiales. Hoy lo hace con el 5%.

…y como ideología

A partir del proceso a que está sometido el planeta, se han construido una serie de ficciones que dan sustento al Pensamiento Unico como ideología de la globalización, y a lo que Ignacio Ramonet llama regímenes globalitarios, en los no se deja cabida a otra forma de imaginar el mundo. En consonancia con Ramonet, García Delgado cree que la ideología del Pensamiento Unico «[…] se produce cuando los sujetos y los actores principalmente beneficiados que la impulsan la asocian con la interpretación que racionaliza sus propios intereses como universales y válidos para todos los sectores» (García Delgado, 1998.37). Esa ideología dominante es el neoliberalismo.

Las ficciones que circulan por el mundo -gracias a los medios de comunicación(11)-, y que constituyen los fundamentos del Pensamiento Unico, gozan de buena salud. Para Ferrer dichas ficciones constituyen una «visión fundamentalista» del proceso planetario (1999:24).

Las ficciones de la globalización(12)

Aldo Ferrer (1999:28) desmitifica la visión fundamentalista de la globalización y acota que la soberanía de los mercados es una profecía autocumplida porque descansa en los marcos regulatorios establecidos por los centros de poder mundial y refleja un período histórico y determinadas decisiones políticas.

Los mercados financieros globales son lo que son actualmente por la desregulación generalizada de sus operaciones (…) El comportamiento de los mercados financieros radica en factores políticos más que en los reales (…) En buena medida, la globalización es, por otra parte, un fenómeno mediático. Probablemente el 90% de la información económica que se difunde en el mundo y dentro de cada país se vincula a operaciones y negocios de carácter transnacional (Ferrer, 1999:28/29).

Bastaría -acotan algunos economistas- con poner un pequeño impuesto para desalentar los movimientos de los capitales especulativos(13). O establecer reglas claras de juego como se hizo en Bretton Woods(14). Pero no se hace(15).

Asimismo, las opiniones dominantes provienen de financistas, voceros de las empresas, especuladores, de economistas que egresaron de los centros académicos de los países desarrollados, etc. En cada país circulan los discursos de quienes están de acuerdo con la visión fundamentalista de la globalización.

Sin embargo, a pesar de este escenario mundial potenciado por los medios de comunicación, se puede establecer que la actividad que transcurre fuera de la atención de la globalización mediática comprende la mayor parte del proceso económico: las pequeñas y medianas empresas que operan en todos los sectores productivos, los servicios básicos de educación y salud, la inversión pública, la investigación en universidades, la construcción de viviendas, todas las actividades de infraestructuras de las ciudades y pueblos, se alzan en generadores de empleo, de producción, de ahorro y de intercambio de capital.

Explica Ferrer (1999:30)(16):

– Más del 80% de la producción mundial se dedica a los mercados internos de los países.

– Las exportaciones representan menos del 20% del producto mundial.

– 9 de cada 10 trabajadores del mundo produce para sus mercados internos.

En el mundo real compiten países, no empresas. Las compañías multinacionales pueden influir en la medida que lo hacen no por su poder ínsito, sino por el respaldo de sus países de origen. «De hecho, la empresa multinacional en la globalización sigue necesitando el apoyo de los estados en su lucha por la conquista de los mercados y la defensa de la competitividad…» (José Sánchez-Parga, 1997).

El huevo de la serpiente

Para Ferrer «Es imposible ignorar la existencia de un orden global y de un sistema de poder en las relaciones internacionales. Pero, de todos modos, la ficción globalizadora y la visión fundamentalista constituyen una gigantesca deformación de la realidad».

Una explicación -obvia- es que desde los centros de poder mundial se ve al resto del mundo como una aldea global, sin fronteras, en el que las corporaciones transnacionales pretenden operar sin injerencia alguna de los estados nacionales. La visión fundamentalista se apoya en los medios académicos de los países centrales. En ellos se tratan de resumir las complejidades de la realidad empleando modelos simples y abarcativos. A su vez, esos centros académicos están formando a los economistas de los países periféricos, quienes repiten el modelo aprendido en el Primer Mundo.

Para resolver las desigualdades es necesario contar con nuevas políticas y nuevas instituciones que sepan actuar, junto a las preexistentes, en un mundo globalizado. La «mano invisible del mercado» no basta para resolver la inicua distribución de los beneficios de la globalización.

Los estados nacionales continúan siendo importantes a la hora de definir las políticas económicas más convenientes para cada país. Similar posición sustenta Ferrer, para quien lo que sucede en un país

Sin embargo, en su análisis afirma que, v.gr. en la Argentina, triunfó la visión fundamentalista de la globalización, de la mano del «capitalismo mágico».

Ante este paisaje no es extraño, entonces, que surjan voces críticas a la globalización, lo que no quiere decir que sean posturas que se opongan irracionalmente a la globalización. Estas críticas están inmersas en fuerzas económicas y culturales que tratan de buscar otras formas de globalización.

Síntesis del 2005

La globalización no tiene una definición clara, pero sí tiene aduladores apolegéticos que cuentan con abundante tiempo y espacio mediático para difundir el Pensamiento Unico.

En contraposición, los críticos a la visión fundamentalista de la globalización, sin dejar de reconocer sus hechos, remarcan las ficciones del discurso dominante con mucha menos difusión por los medios masivos de comunicación.

Los efectos de las nuevas tecnologías, la caída del bloque comunista, el auge del capital financiero, la producción posfordista, la desregulación de las economías, las multinacionales, el debilitamiento de los Estados-nación, los medios de comunicación, la macdonalización… son acontecimientos registrados y analizados.

Pero no se los acepta sin reticencias. A ellos se contraponen una economía real en la que el 80% de lo que se produce es para mercados nacionales, unas corporaciones multinacionales que no podrían tener el poder que tienen sin el apoyo de sus estados nacionales, una liberalización de los mercados que se logra por decisiones políticas -v.gr. Consenso de Washington– y no por las «fuerzas irresistibles de la globalización y un florecimiento de resistencias culturales a la homogeneización…

Por ello es necesario -dice Ferrer- que los países gobiernen la globalización y apliquen políticas adecuadas en un contexto internacional globalizado. Así se podrán cambiar las asimetrías con las que nació el siglo XXI. Porque la globalización no implica el fin de la historia, como anunció Francis Fukuyama ni el fin de la geografía, que celebrara Paul Virilio. La historia de la globalización recién está comenzando (G.Canclini, 1998).

Informe de la situación – 2018

«Cada país es libre para elegir sus políticas y, en el caso de Argentina, vamos a abrazar la globalización”.

La afirmación pertenece al ministro de Economía de Argentina Nicolás Dujovne, en el último Foro de Davos ante líderes empresariales, funcionarios públicos e intelectuales. Además agregó que durante su gestión se «eliminarán todas las barreras posibles» para «abrir la economía argentina al mundo», a la vez que se implementará un «sistema de impuestos eficiente», que incluye la eliminación de las cargas laborales para los empresarios(17).

Sus palabras están en sintonía con el presidente Macri. El economista Mario Rapoport afirmó: “el presidente Mauricio Macri exaltó como único camino posible para el desarrollo de nuestra economía el libre cambio y la apertura completa del sector externo. No mencionó la razón por la cual con la aplicación de ese tipo de políticas, basadas en el endeudamiento proveniente del exterior y la dependencia de los mercados mundiales, se llegó en el pasado a profundas crisis, como las más recientes de 1981 y 2001, en muchos sentidos similares por sus características a las que se produjeron a fines del siglo XIX”(18).

Cabe recordar que Aldo Ferrer tenía tres líneas principales en su análisis de la globalización. La primera, que no es un proceso reciente, sino que lleva ya más de cinco siglos. Segundo, que cada país tiene sus recursos naturales y humanos, su cultura, sus instituciones, es decir, su propia identidad. Tercero, cada país se enfrenta a un dilema para el progreso: la vía corta de exportación de recursos naturales o el desarrollo tecnológico y la inserción mundial de acuerdo a las propias características como Nación. Cada opción tiene sus consecuencias.

La exportación de recursos naturales, por ejemplo, no rinde como antaño. “La relación promedio con el Producto Interior Bruto (PIB) cayó del 3.5% en 2015 al 2,3% en 2016. El porcentaje subió levemente en 2017, impulsado por una mejora en los precios de los commodities, pero siguió por debajo del 3%. Las cifras surgen del informe Estadísticas tributarias en América Latina y el Caribe, elaborado por la OCDE y presentado en marzo de 2018 en Santiago de Chile(19).

En todo caso, Argentina a partir de 2016 eligió entregarse a la globalización, pero ¿qué es hoy la globalización?

Una globalización en apuros

La globalización cruje. Las promesas de antaño quedaron solo en eso, promesas. Los hechos y postulados de los noventa parecen revertirse en la actualidad. Si párrafos arriba se afirmaba que los valores del comercio mundial habían superado a los de la producción, en 2016, la OMC informó que el crecimiento comercial anual fue del 1,7% (el menor desde 2008). El economista Alfredo Calcagno remarca que en 2016 el comercio creció menos que la producción(20).

Pero existe una dimensión que no contradice las premisas del siglo pasado. La economía financiera sigue en crecimiento(21).

La globalización, desde 1990, se presentó como novedosa para separarse de otros procesos globalizadores ya descriptos. Lo nuevo era su sesgo neoliberal, su apogeo financiero y el velado -en principio- despojo de los bienes públicos por medio de las privatizaciones. Concentración y acumulación de unos pocos en detrimento del resto de los ciudadanos.

Podría decirse que ciertamente existió un derrame, pero hacia arriba(22). La distribución de la riqueza continuó siendo inicua.

En 2017, el 15 de la población se quedó con el 82% de la riqueza mundial. Las mujeres pobres son las que menos beneficios obtuvieron con el crecimiento económico. El 50% de la población mundial no tuvo ningún tipo de beneficio con la globalización. Seis personas tienen igual riqueza que la mitad de la población de Brasil. En el bienio 2016/2017 aumentó el número de personas con más de mil millones de dólares. De cada 10 nuevos millonarios, 9 son hombres. Son todos datos recabados por la ONG Oxfam(23).

Oxfam fue fundada en 1995 por un grupo de organizaciones no gubernamentales independientes. Su objetivo es trabajar en conjunto para lograr un mayor impacto en la lucha internacional por reducir la pobreza y la injusticia. El nombre «Oxfam» proviene del Comité de Oxford de Ayuda contra el Hambre, fundado en Gran Bretaña en 1942. El Secretariado de Oxfam tiene su sede en Oxford, Reino Unido y coordina las oficinas de incidencia política en Bruselas, Nueva York, Washington DC y Adis Abeba(24).

Por otro lado, la condición de fronteras abiertas parece también haberse caído. La salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (UE) (Brexit), el separatismo catalán y el separatismo escocés avalan este nuevo rumbo nacionalista. A esto se suman el asunto los Papeles de Panamá, el auge de la extrema derecha en la UE… indicios de que el relato fundamentalista de la globalización no es pétreo. Se ven sus fisuras. El escenario es de un Occidente en crisis por sus problemas con la economía, la inmigración y el terrorismo; simultáneamente la hegemonía mundial se traslada lentamente hacia Oriente, con China a la cabeza.

La globalización hoy tiene un mayor desarrollo en las transferencias y las comunicaciones, amén de una creciente robotización en la producción. Estos elementos posibilitaron la instalación de industrias fuera del propio país para bajar costos y aumentar las tasas de ganancias. Pero si de costos bajos y exportaciones agresivas se habla, la China pos-Mao encabeza el lote de naciones globalitarias.

Ya en 1990, USA se enfrentaba a la eficiencia económica asiática. Lee Iacocca, CEO de la empresa Chrysler, llegó a decir que para su país la importación de autos japoneses era igual que el bombardeo a Pearl Harbor(25).

¿Qué fue del Consenso de Washington?

El decálogo de Williamson estableció las reglas para que las naciones prosperaran en el nuevo paisaje pos Guerra Fría. Las privatizaciones, desregulaciones, fronteras abiertas, antiproteccionismo, la no injerencia del Estado en la economía, las tasas de interés libres y las reformas impositivas constituían el mecanismo que llevaría a países y ciudadanos hacia la prosperidad. Pero generó resistencia en los países que lo aplicaron. Las consecuencia económicas y sociales sumieron en la pobreza a grandes sectores de la población. El Consenso se había desarrollado en Washington con intervención de organismos de los países desarrollados que exigían a las naciones emergentes su aplicación irrestricta. Las luchas por su implementación o su rechazo fueron ingentes a nivel planetario. Casi treinta años después, los países protagonistas intercambiaron sus roles.

En la reunión de la OMC celebrada en Buenos Aires en 2017, los países desarrollados fueron acusados de proteccionistas por los países emergentes. Argentina, Brasil, Chile, Uruguay y Paraguay propusieron el libre comercio, los países creadores del Consenso de Washington le pusieron trabas(26).

El Consenso fue la materialización moderna de la biblia capitalista, “La riqueza de la naciones”, del economista y filósofo británico Adam Smith. Allí, en el siglo XVIII, se proponía un mundo sin barreras proteccionistas, seguir las reglas del mercado (su mano invisible) y el libre flujo de mercaderías. Había que remover los escollos del mercantilismo y abrirse a la libre competencia. En esa época, Inglaterra no tenía rivales en el plano industrial, comercial o marítimo por lo que la idea le era sumamente propicia.

Sin embargo, a pesar de este cambio en las políticas económicas de USA y la UE, el proteccionismo no es un arma nueva para ellos. En la salida de la Segunda Guerra Mundial, la Europa de posguerra subsidió el agro. En la actualidad, produce más caro que el costo mundial. Sin el subsidio de los estados la industria agrícola europea desaparecería(27). Mientras tanto, en USA, el presidente Donald Trump se enorgullece de su proteccionismo y nacionalismo.

“En ausencia de políticas progresistas, incluyendo la carencia de sólidos programas de bienestar social, reeducación laboral y otras formas de asistencia a personas individuales y comunidades relegadas por la globalización, los políticos al estilo de Trump pueden convertirse en una presencia permanente dentro del paisaje, presagió el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz”(28).

El nacionalismo norteamericano y el proteccionismo europeo provocan la pérdida de su influencia territorial y política en América Latina, región que está abrazando el viejo decálogo de Williamson.

En este sentido, el orden mundial de la posguerra se ve amenazado por las potencias que le dieron origen. Los nacionalismo de USA e Inglaterra, la creciente influencia de Rusia más el protagonismo de China han socavado el escenario geopolítico de finales del siglo XX. Las coaliciones dejaron de ser el instrumento contra los nacionalismos belicosos. Parece regir la ley del más fuerte.

“Hemos presenciado un tipo de respuesta negativa a la democracia liberal. Las masas de gente sienten que la democracia liberal no las ha representado de manera apropiada”, dijo Amandine Crespy, politóloga de la Universidad Libre de Bruselas(29).

Por su parte, Derek Shearer, un exembajador de Estados Unidos en Finlandia durante el gobierno de Clinton y el director del McKinnon Center for Global Affairs de la universidad Occidental College en Los Ángeles afirmó: “Estamos regresando a la política del gran poderío”. Esto se debe en gran parte por la desconfianza pública en las instituciones, en medio de una sensación de que grandes segmentos de los ciudadanos han sido dejadas de lado.

Los organismos internacionales

El FMI y el BM nacieron en el final de la Segunda Guerra Mundial para ordenar, regular y fomentar las economías nacionales que debían reconstruir sus países en la posguerra. La OMC, en la pos Guerra Fría, debía organizar el comercio mundial en un mundo globalizado y fijar nuevas reglas de convivencia ante el aumento de las transacciones comerciales y financieras.

Las grandes empresas compraron o se fusionaron con otras para optimizar sus recursos, provocando desocupación. A fin de desenvolverse con más fuerza en el nuevo escenario, los países formaron bloques regionales -v.gr., UE, Mercosur-, estableciendo el libre comercio en su interior y arancelando el comercio exterior.

Pero las empresas multinacionales compraban empresas de esos bloques, disfrutando los beneficios impositivos y aumentando el comercio intrafirma. Además, aumentaron las especulaciones financieras por estar libres de impuestos(30).

En los países desarrollados, las empresas, para no pagar impuestos y abaratar costos, llevaban su actividad a los países menos fuertes política y económicamente. Las consecuencias no se hicieron esperar. Creció la desocupación en los países desarrollados, a la vez que llegaban cada vez más pobres de los países explotados -por la economía, por las guerras, por las catástrofes…-.

Por ello, en la UE y en USA no tardaron en aparecer movimientos nacionalistas que exigían a los gobiernos más protección para ellos, practicando una xenofobia indisimulada.

La regulación de la actividad económica

En cuanto al gobierno de la globalización, también existen contradicciones. Al proteccionismo de USA y UE se enfrentan las incólumes recomendaciones de los organismos económicos internacionales sobre la apertura de los mercados.

En el documento final de la cumbre de ministros de Hacienda y gobernadores de Bancos Centrales del G20 que se realizó en Buenos Aires en marzo de 2018, se sostiene que “el comercio internacional y la inversión son motores importantes del crecimiento, la productividad, la innovación, la creación de empleo y el desarrollo”, sin embargo, con excepción del funcionamiento novedoso de las criptomonedas, no hubo referencias concretas a la necesidad de regular el sistema financiero ni a atacar la proliferación de guaridas fiscales.

Es más, en lo referente al control del sistema financiero global, asegura que debe permanecer abierto, resiliente (adaptable), apoyando el crecimiento y basado en estándares internacionales acordados(31).

Asimismo, el ingreso de Argentina a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) quedó supeditada a un nuevo recetario de ajuste, desregulación financiera y flexibilización laboral. En este orden de ideas, la OCDE, respecto de la carga regulatoria, recomienda que disminuyan las barreras al comercio, “flexibilizando la legislación de protección del empleo”. “El objetivo de una pauperización de las condiciones laborales, tal como promete el macrismo, es lograr un funcionamiento más fluido del mercado de trabajo, lo que se traduce como la posibilidad de despedir personal sin impedimentos legales”(32).

La tasa Tobin

La Unión Europea comenzó en 2011 el debate por la implementación de la tasa Tobin a las transacciones financieras. En 2018, el proyecto está estancado. Solo algunos países, como Alemania, Italia, Francia, España, Grecia, Austria, Bélgica… la han implementado, pero con severos recortes en su aplicación. De gravar todas las actividades financieras, pasaron a gravar solo la compraventa de acciones, sin afectar los bonos públicos. China estudia implementarla para moderar la fuga de capitales y USA la discute sin pronunciarse sobre ella.

La aplicación de una tasa Tobin moderada recaudaría el 0,4% del PBI (según el Tax Policy Center). El 75% recaería en el 20% más rico y el 40% en el 1% de los superricos. Es decir, se trata de un arma antiespeculativa y además distributiva de la riqueza(33).

Según el balance cambiario del Banco Central, durante 2017 la salida de dólares de la Argentina por la formación neta de activos externos de libre disponibilidad sumó US$ 22.148 millones, una cifra casi igual a la registrada en 2008(34). Si se aplicara la tasa Tobin solo a esta suma se recaudarían más de U$S2.200 para las arcas del Estado. Pero en Argentina no existe tal gravamen.

En definitiva, en su momento, “el Estado de bienestar se convirtió en parte integral del éxito (v.gr.) de los países escandinavos. Ellos comprendieron que la única prosperidad sostenible es la prosperidad compartida. Esta es una lección que ahora deben aprender Estados Unidos y el resto de Europa”(35).

Globalización más iniquidad no resuelve los problemas de ningún país ni ningún ciudadano.

A modo de coda(36)

¿De qué hablamos cuando hablamos de neoliberalismo?

A finales del siglo XVII europeo, las personas fueron consideradas individuos. Hasta ese momento, la unidad mínima era la tribu o la aldea. El individuo, libre por naturaleza, se ubicó en el centro de la escena social. En el siglo XVIII, los fisiócratas coronaron al mercado y la libre competencia como la expresión más alta de las libertades individuales: «Laissez faire, laissez passer, le monde va de lui même» (dejen hacer, dejen pasar, el mundo marcha solo).

En el siglo XVIII se publicaron las ideas de Adam Smith, al tiempo que los liberales se enfrentaron a los poderes monárquicos y de la Iglesia.

La idea era que si bien las libertades individuales son naturales, hay que protegerlas. Ergo, los gobiernos son un mal necesario, como dijo Tom Paine. Para evitar lo abusos de poder, se diseñaron dos mecanismos: la división de poderes y las elecciones periódicas. Pero solo votaban algunos (propietarios, educados…).

En el siglo XIX se multiplicaron las luchas por ampliar el sufragio en medio de las consecuencias impías del capitalismo industrial. La libertad no solo había que protegerla, sino también promoverla. Había que eliminar la pobreza, el analfabetismo y poner freno al despotismo de los poderosos.

“Para diferenciarse de los partidarios del laissez faire, estos sectores apelaron al prefijo «neo» y así ingresó por primera vez al Oxford Dictionary, en 1898, la palabra «neoliberalismo»”(37). El liberalismo clásico se dividió en uno económico y otro político. En este último se alistaron John M. Keynes y Lord Williams Beveridge, padres del Estado de bienestar.

Ahora bien, el neoliberalismo contemporáneo defiende la libertad individual y la libre competencia, pero descarta que sean naturales. La libertad debe ser creada y defendida desde el poder. Esto lo aleja del liberalismo económico antiestatista. De igual modo, su defensa de los monopolios y rechazo del igualitarismo, lo alejan del liberalismo político.

Quien mejor elaboró estas cuestiones fue el austríaco Friedrich von Hayek. En 1947 fundó en Suiza la Sociedad Mont Pelerin, que desde entonces se reúne anualmente en distintos países. El objetivo de Hayek era producir una nueva filosofía moral y política que trascendiese el campo de la economía y constituyera una crítica radical al Estado de bienestar, al socialismo y al populismo. El paso inicial para hacerlo fue multiplicar think tanks que, financiados por las empresas, difundieran una nueva visión del mundo llamada a redefinir el sentido común imperante (Nun, íbidem).

Esta visión se fue aplicando sobre todo a partir de la década del setenta en todo el mundo. En cada país tuvo sus características propias. Se aplicaron sus políticas en democracias y dictaduras. Los opositores volvieron a la palabra «neoliberalismo» “para referirse a un autoritarismo privatizador y antipopular que nada tenía de liberal” (ibídem).

La calidad de la democracia poco importa. Los partidarios del neoliberalismo apoyan una forma acotada de democracia republicana, cuyas restricciones pasan desapercibidas en muchos lugares. Desde los gobiernos neoliberales se debilita la división de poderes o se colonizan diversas instituciones de contralor.

“Impugnar la concentración de la riqueza es ajeno al credo neoliberal. Por el contrario, se la juzga un factor de progreso en la medida en que una ciudadanía ambiciosa e imbuida de una racionalidad neoclásica se empeñará en emular a los que más tienen. A su vez, la igualdad económica no se considera un valor, sino un reclamo propio de los perdedores, que esgrimen argumentos perimidos” (ibídem).

La distribución de la riqueza es pecado, aun en situaciones de crisis. El endeudamiento y la máxima apertura posible de la economía son virtudes. De este modo, los neoliberales afirman que fluirá libremente el capital y llegarán las inversiones del mundo globalizado, siempre bajo la tutela e los organismos internacionales afines.

El mundo que imagina el macrismo, el mundo que abrazó.

NOTAS

1 Entre 1905 y 1914 se dieron los máximos flujos de capital de todo el siglo XX, desde y hacia Gran Bretaña. El movimiento financiero mermó a partir de las rivalidades coloniales y de independencia de las colonias (Paul Hirst y Graham Thompson, cit. por Fuentes, 2003 y Alieto Aldo Guadagni (2003): «Esta globalización financiera no ayuda a la equidad», en Clarín, 19 de junio de 2003).

2 El término «Pensamiento Unico» fue creado por el director de la revista Le Monde Diplomatique, el periodista Ignacio Ramonet, en un artículo en que hacía referencia a la imposición del neoliberalismo como único modelo posible para el desarrollo de las todas las naciones; el concepto fue después retomado y desarrollado en su libro «Un mundo sin rumbo».

3 Ejemplo de esta ideología aparecen en las noticias «Cavallo no veía alternativas» y «Es un problema matemático y no ideológico», de Martín Kanenguiser y Claudio Escribano, respectivamente, publicadas por el diario La Nación el 12 de julio de 2001. En la primera, el Ministro de Economía, Domingo Cavallo, afirmó que «[…] el paquete anunciado era la única alternativa frente a la creciente desconfianza del exterior…[…]» y en la segunda, el periodista explica que «El Gobierno tomó anoche medidas extremas para resolver la crisis financiera inmensa que se debate en la Argentina. Lo hizo con el convencimiento de que ésa era la única decisión posible […]».

4 Al respecto, Pierre Bourdieu cree que él, como sociólogo, tiene más información que el común de la gente y que, por ello, puede anticipar cosas que hoy no son visibles para la mayoría. Por eso afirma: «[…] tengo el deber de decir [lo que sé]» (Jacqueline, 2001).

5 El diario Clarín, en su suplemento Ñ del 25 de octubre de 2003 dice: «Si existe un gobierno mundial manejado por las multinacionales, los bancos y los mercados, en las sombras hay otro gobierno con un poder similar. El crimen organizado, las mafias tradicionales, las nuevas, las del narcotráfico, no gobiernan pero ejercer su voluntad desde la luminosidad de una pantalla de computadora o sentados cerca de los centros de decisión».

6 Según un estudio de la Consultora Goldman Sachs realizado a principios de 2004, los países que en el futuro pueden ser potencias mundiales son Brasil, Rusia, India y China.

7 Sin olvidar el contexto de la globalización real y la globalización virtual que propone Ferrer en De Cristóbal Colón a Internet: América Latina y la globalización.

8 El paper se llamó Latin American Adjustment: How much has happened? What Washington means by Policy reform. Institute por International Economics, Washington, 1990. El decálogo del Consenso para los países emergentes decía: 1) Disciplina fiscal, 2) Privatización, 3) Desregulación, 4) Protección de los derechos de propiedad, 5) Prioridad del gasto público en educación y salud, 6) Reforma impositiva, 7) Liberalización de las políticas comerciales, 8) Tipos de cambio competitivos, 9) Apertura a la inversión extranjera directa y 10) Tasas de interés positivas pero moderadas. En 2003, Williamson, junto a Pedro Pablo Kuczynski, publicó la segunda parte del Consenso: After Washington Consensus. Restarting Growth and Reform in Latin America, Institute for International Economics, Washington, en él trataban de rescatar la gobernabilidad de los países que aplicaron el decálogo, morigerando el libre flujo financiero, la inversión extranjera y cierto gasto social.

9 Estas políticas se aplican sin miramientos en los países periféricos, porque «puertas adentro», el G-7, las desoye explícitamente. V.gr. en la comercialización de sus productos en el mercado interno («EE.UU. limita el ingreso de acero argentino», en diario Clarín del 12 de julio de 2001: «Estados Unidos impuso un nuevo recargo a las exportaciones argentinas de acero […] deberán pagar un derecho compensatorio del 41,6% […]».

10 Ver en Ferrer, 1999:20/22.

11 Dice Jean Baudrillard: «[…] hemos sustituido la dimensión histórica e ideológica por la banalidad absoluta […] Se trata de un proceso que llama a la aniquilación de la seducción, del símbolo, de la ironía; un fenómeno de exterminio progresivo del mundo real a favor de un mundo hiperreal y perfecto que es la reproducción de aquél […]» (Di Stéfano, 2001)

12 Ferrer, 1999:22/24.

13 Se trata de la llamada Tasa Tobin, que es un mínimo impuesto impulsado por el Premio Nobel de Economía James Tobin para frenar las especulaciones financieras y, consecuentemente, obtener fondos para el desarrollo de las naciones. Hoy el gobierno de Francia retomó la idea de esta tasa y trata de impulsarla en la Unión Europea.

14 Los acuerdos de «Bretton Woods» se llevaron a cabo en Estados Unidos durante 1944. De allí surgieron el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, con la intención de ayudar a la reconstrucción de los países una vez que concluyera la Segunda Guerra Mundial.

15 Para Jeffrey Sachs, profesor de la Universidad de Harvard, «[…] Si los miembros del G8 fuesen capaces de demostrar al mundo que comprenden las realidades, buenas y malas, de la globalización, y están dispuestos a asistir a los que van quedando en el camino, empezarían a cerrar la brecha, cada vez más ancha y peligrosa, entre los partidarios de la globalización y sus opositores. Y el mundo estaría más cerca de hallar verdaderas soluciones» (Sachs, 2001).

16 También Manuel Castell explica que la mayor parte de la gente en el mundo no trabaja en empresas globales. «Se calcula […] que entre el ochenta y el noventa por ciento de la mano de obra mundial trabaja en mercados de trabajo locales, locales entendiendo regionales, ni siquiera nacionales […] (Castells, 1998).

17 Página/12: “Abrazados a la globalización”, 19/1/2017.

18 Rapoport, Mario: “El libre comercio y el huracán de la globalización”, en Página/12, 17/9/2017.

19 Rivas Molina, Federico: “Los ingresos tributarios de América Latina dependen cada vez menos de las materias primas”, en El País, 27/3/2018.

20 Restrivo, Néstor: Crujidos en la globalización, en Página/12, 30/12/2016.

21 Ibídem.

22 Ibídem.

23 Clarín: “El 1% de la población se quedó con el 82% de la riqueza mundial en 2017”, 22/1/2018

24 Datos del sitio www.oxfam.org/es

25 Lavoz.com.ar: “Dónde quedó el Consenso de Washington”, 13/12/2017.

26 Ibídem.

27 Ibídem.

28 Stiglitz, Joseph: “Lecciones de los antiglobalización”, El País, 12/5/2017.

29 Goodman, Peter S.: “El orden mundial de la posguerra está siendo atacado por las mismas potencias que lo crearon”, en Clarín, 29/3/2018.

30 Cavagnaro, Rodolfo: “Se profundiza la crisis de la globalización”, Los Andes, 13/11/2016.

31 Carrillo, Cristian: “De regular el capital ni hablar”, en Página/12, 21/3/2018.

32 Carrillo, Cristian: “Nuevo recetario neoliberal del organismo al que aspirar ingresar el Gobierno”, en Página/12, 20/3/2018.

33 Vidal-folch, Xavier: “La tasa Tobin en la UVI”, El País, 24/3/2016.

34 Bermúdez, Ismael: “Pasó el blanqueo pero igual crecen los fondos que los argentinos tienen fuera del país”, en Clarín, 24/3/2018.

35 Stiglitz, Joseph: “Lecciones de los antiglobalización”, El País, 12/5/2017.

36 En los párrafos que continúan se sigue el artículo de Nun, José: “Neoliberalismo de ayer y de hoy·, La Nación, 20/3/2018.

37 Ibídem.

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Publicado en Narrativas. Revista patagónica de periodismo
y comunicación, nro. 4, abril / junio de 2005 (actualizado 2018).